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ENTREVISTA A MARÍA MARTRAT
Directora de la Escuela Vipassana
Por Emmain |
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Muchas de las personas que han ido pasando por el magazine de Karma son expertas en su campo, son exponentes de una técnica o saber, tienen un recorrido personal atípico y dan consejos de vida muy ligados a la espiritualidad. En este caso, vamos a ir al origen; todos, todos (excepto los autodidactas más recalcitrantes) han tenido maestros, escuelas donde han sido tomados de la mano, acompañados en sus primeros pasos en disciplinas atractivas pero que en sus inicios les sonaban a chino. Con tenacidad, esfuerzo y el buen hacer del guía tales disciplinas han pasado a conformar su ADN intelectual, y en algunos, caos vital.
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Para que los enseñantes sólo tengan que ocuparse de dar clase hay un grupo de personas que realizan un trabajo de selección, administrativo, gestor, de contención e inspiración, de impulso y corrección muy importante. Cuando hablamos del cargo directivo y la copropiedad de una escuela hablamos también de unas grandes dosis de liderazgo. Una de las artífices locales del reconocimiento y la seriedad alcanzadas por las terapias alternativas se llama María Martrat y tenemos el placer de ir a conocerla a su escuela cerca de la Plaza de las Glorias, en Consejo de Ciento 555.
María Martrat es una mujer emprendedora. Siendo muy joven, y ya con cierta experiencia en el sector, tomó las riendas de la escuela Vipassana. Se trata de un reconocido centro de enseñanzas especializadas orientadas a la integración y el desarrollo de las terapias naturales. Hace ya décadas que nadie duda de que la medicina convencional o alopática convive, cada vez más estrechamente, con numerosas técnicas, procedimientos, formas de vida y métodos que aportan años a la vida, calidad existencial, satisfacción personal y bienestar general. A veces de manera complementaria a los tratamientos dictados por los médicos, y otras como estrategias preventivas o rehabilitadoras, no son pocos los que se acercan a aprender lo mucho de bueno que otras culturas, terapeutas avezados e investigadores pueden aportar a nuestro conocimiento. Algunos jóvenes (ellos, que se creen inmortales y omnipotentes) orientan su futuro profesional cuidando de otros. En la escuela Vipassana se pueden orientar hacia la belleza o a la salud, y obviamente a las dos cosas. Personas de más edad (mucho más familiarizados con los avatares de la vida y las goteras de la salud) complementan sus estudios o dedicaciones con técnicas de sanación para ellos mismos, sus seres queridos y en algunas ocasiones buscando un cambio radical de su perfil laboral. Los cambios de rumbo para una segunda etapa de la vida más plena están a la orden del día y son una fuente de aprendizaje de cosas nuevas cargadas de buenas intenciones y mejores resultados.
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‘‘Nuestra intención es que todos nuestros alumnos adquieran una visión totalmente clara de las terapias naturales’’
Cuando uno decide invertir en salud y conocimiento hace muy bien en realizar una buena prospección entre las distintas escuelas porque un error puede llevarte a la desilusión, el engaño, la pérdida de un importante potencial sanador. Todos sabemos de gurús auto-investidos, de ignorantes disfrazados, de egos hipertrofiados y de mercachifles que ofrecen duros a cuatro pesetas. Hay que saber elegir quien va a rasgar el velo de tu ignorancia y diferenciar lo alternativo de lo informal. El primer pasodebe ser firme y seguro.
Vipassana abrió sus puertas en 1993, en un emplazamiento que se les hizo pequeño conforme prosperaban y la fama de rigor y buen hacer se extendía. De la antigua sede en Paseo San Juan pasaron a la actual en Consejo de Ciento, donde persiste esa vocación de acogida, de encuentro, de fidelidad a un propósito de progreso constante. María nos recibe en su despacho amable, atenta; el pequeño retraso de la cronista no le hace mudar el gesto cordial. No está acostumbrada a la curiosidad de la periodista que quiere saberlo todo, muestra de que María es una persona prudente y no disfruta alardeando de sus éxitos. Entre sus pretensiones está simplemente que aquellas personas que tienen un interés, un impulso por formarse en alguna de las ofertas docentes que tanto miman en Vipassana, sepa no sólo de su existencia sino de su veteranía y seriedad. Todo el mundo es bienvenido a unirse a este grupo magnífico de inquietos (ellos gustan llamarse comunidad) que quieren dotarse de herramientas para hacer un mundo más sano, más armónico, más bonito y mejor.
La barcelonesa María Martrat lleva más de un cuarto de siglo familiarizada con el quiromasaje en distintas vertientes, la reflexología, las flores de Bach, la aromaterapia, la terapia de la polaridad, el reiki y la kinesiología. Es el clásico ejemplo de quien ha sido monaguillo antes que fraile y de quien no ofrece lo que uno no está dispuesto a integrar. Conoce bien las vivencias de los alumnos con sus expectativas y sus miedos y eso le ha ayudado también a ser docente y a escribir algún artículo sobre estos interesantes temas. Claro que tantos años y una ‘‘visión muy clara’’ de lo que debe ser la excelencia profesional ayudan también a orquestar esta gran familia que se reúne en torno a las terapias naturales y el autoconocimento. El día grande se da el tercer fin de semana de septiembre, en la que en una magnífica Jornada de puertas abiertas se encuentran alumnos potenciales, alumnos en curso, exalumnos, el profesorado y lo que es muy significativo, numerosos vecinos que disfrutan de las actividades gratuitas que se ofrecen en el centro a lo largo del año. Porque Vipassana no sólo es un lugar donde formarse bajo la estricta forma de una matrícula y las exigencias académicas, ni se repliega en sí mismo; Vipassana tiene una clara vocación de servicio y de apertura que le permite una envidiable convivencia con lo que le rodea. Sin olvidar su función principal, ofrece conferencias gratuitas, encuentros y abre las puertas de su maravilloso patio (algo que ya tenía la sede anterior y que quisieron perpetuar y ampliar con el traslado). Sobre todo las sesiones de taichí se benefician enormemente con este contacto directo con el exterior.
La profesora Martrat tiene entre sus máximas facilitar a los posibles interesados el acceso a los docentes más capacitados para introducir determinadas temáticas o en algunos casos profundizar. Además de este propio prurito personal por hacer las cosas bien cuenta ya desde hace años con el aval de la Generalitat de Cataluña y con el importante sello de calidad que significa una ISO9001. Eso, entre otras cosas, les permite extender Certificados homologados. Otra cosa importante es el esfuerzo que hace el equipo por conectar la formación con la realización laboral, así que mediante prácticas u ofertas de trabajo en firme no es raro que el alumnado pase de las aulas a un puesto de trabajo culminando con éxito la inversión en el aprendizaje.
Dejando de lado estos importantes reconocimientos institucionales, Karma se ha acercado al centro para conocer de cerca a María Martrat y a parte de su equipo, consciente de que conocerlos a todos es imposible porque cuenta con decenas de profesores. Como ya hemos dicho, se trata de los mejores docentes en cada uno de sus ámbitos. Algunos de ellos compaginan las clases en el centro Vipassana no sólo con la práctica sino con el desarrollo académico de máximo nivel. La plantilla de profesores es muy amplia y estable. Se busca que las personas que imparten las clases sean los mejores no sólo en la teoría y la didáctica sino en la práctica terapéutica, razón por la cual todos mantienen una actividad profesional paralela en la que el contacto directo con el público/cliente/paciente se renueva con nuevos desafíos. Todo eso nos hace entender por qué muchos de los que ‘‘prueban’’ reinciden, enrolándose en un largo recorrido que trasciende lo estrictamente mental.
Vipassana, como la misma María nos recuerda, significa ‘‘visión clara’’ o, en otra acepción, ‘‘ver las cosas tal como realmente son’’. Esta idea ilumina su quehacer diario no sólo en lo que respecta a su entorno sino al de los cientos de alumnos (en realidad miles) que han pasado por sus aulas. Es de destacar un dato muy significativo: una parte importante de los que acuden a formarse, como ya hemos dicho, repiten, bien ampliando conocimientos sobre un mismo campo del saber, bien en otros complementarios. Otra característica que destacaría de la escuela que dirige Martrat es el amplísimo abanico de cursos ofrecidos y la flexibilidad con la que una materia (si se consiguen expertos que la dominen y la expliquen bien) puede ser ofrecida al extenso alumnado. Son tantas las opciones que ofrece la escuela que nos ha sido imposible preguntar una a una por ellas aunque sea informalmente. De manera práctica la jefatura de estudios ha establecido cuatro grandes grupos: las técnicas corporales, las técnicas holísticas, las bioenergéticas y las ciencias (básicas, nutricionales y específicas).
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‘‘A través de la formación en Vipassana podemos aprender mucho sobre nosotros mismos, sobre lo que nos conviene, sobre lo que nos enferma, sobre lo que nos limita… y su solución.’’
En la primera categoría encontramos tres subdivisiones que corresponderían a las técnicas manuales, las estructurales (como la osteopatía) y la estética. Sólo de técnicas manuales ofrecen quince cursos distintos y complementarios entre sí, y diez en la rama de estética. En terapias holísticas destacan la kinesiología y la técnica metamórfica, conocimientos cuya popularidad conocemos en Karma por la venta de libros al respecto. Pero también nos llaman la atención las numerosas técnicas orientales, energéticas y psicoenergéticas. De nuevo se nos iluminan los ojos cuando descubrimos un curso sobre la magia de las velas. ¡Cuánto sabemos en Karma sobre las velas y sobre sus socias, las piedras, que en Vipassana trabajan como gemoterapia! Sería controvertido el epíteto psicoenergético para definir aquello que ocurre en las constelaciones familiares, la famosa terapia popularizada por Bert Hellinger. De lo que no tenemos dudas es de su eficacia y la trascendencia que tiene como gestora de complicados dramas familiares y personales. En la Escuela no sólo ofrecen formación y seminarios de constelacionesfamiliares sistémicas, sino encuentros con ‘‘la sombra’’, ese término tan junguiano.
Entendemos que más que ofrecer aquí un repertorio detallado de las opciones, algunas de ellas veteranas, tradicionales y ‘‘sello de la casa’’ como la quiropráctica, la kinesiología, la fito-cosmética y otras más innovadoras y recientes como la introducción al chamanismo o la conexión con el corazón, el lector de Karma interesado en formarse haría bien en consultar la web o mejor de acudir al centro. Allí no sólo hay un colorido muestrario de dípticos, sino unas orientadoras que pueden contestar las distintas preguntas que puedan surgir.
A través de la formación en Vipassana podemos aprender mucho sobre nosotros mismos, sobre lo que nos conviene, sobre lo que nos enferma, sobre lo que nos limita… y su solución. También sobre aquello que nos sana a diversos niveles: física, mental, emocional y socialmente. Sobre el parecer y el ser, sobre cuidarse y cuidar, sobre lo que comemos y lo que lucimos, sobre pensar y sobre desconectar, sobre tocar de pies a tierra y conectarse con lo espiritual, sobre las piedras y las aguas, sobre el fuego y el aire, sobre la todopoderosa energía, sobre nuestro corazón y nuestras manos, sobre ti y sobre mí.
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