HEMEROTECA- Tomo III |
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MARZO 1975 – Año IV – Núm. 28 |
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ESCRIBE EL LECTOR |
EL VIAJE ASTRAL |
Mi primer viaje astral lo realicé a los 16 años. Todo sucedió de la manera más sorprendente e inesperada. Estaba sumido en un profundo sueño, al menos así me lo pareció a mí, y este sueño venía condicionado por unas imágenes que nunca olvidaré. Un venerable anciano tocado de un turbante blanco, a la manera hindú , –¿dónde lo había visto antes? –, me llevaba de la mano y me estaba explicando algo acerca de las estrellas que poblaban el Universo. Inesperadamente sacó una pelotita blanca de no se dónde, la lanzó delante de nosotros y con voz imperiosa me ordenó: ‘‘¡Ve a buscarla!’’ Me sentí empujado violentamente hacia delante en pos de ella y de pronto desapareció el cielo estrellado, el anciano y la pelota. Me hallaba de pie en el centro de mi pequeña habitación delante de mi cama y sorprendentemente me veía a mi mismo durmiendo en ella. Mi primera sensación fue de temor ya que aquella era una experiencia totalmente desconocida para mí y no podía explicarme aquel desdoble de personalidad entre mí y aquel cuerpo tan conocido. Iba a acercarme a él creyendo que estaba soñando cuando ví de nuevo al anciano del turbante entre mí y la cama sonriendo cariñosamente. Se limitó a decirme: ¡Ves, por fin lo hemos logrado! Creí entonces reconocerle. Sus facciones me eran extrañamente familiares; así como su voz profundamente suave y armoniosa. Me tendió la mano que yo acepté y a ese contacto, que me hizo el efecto de una corriente eléctrica, me sentí proyectado fuera de la habitación hacia el espacio estrellado atravesando las paredes como si hubiesen sido hechas de aire y volando a una velocidad increíble en dirección desconocida. El recuerdo del contacto con aquel venerable anciano hindú, de mi primer viaje astral y del lugar a donde él me llevó, visto todo ello ahora con una nueva visión y una más profunda experiencia, veo constituyó la base de una serie ininterrumpida de hechos y circunstancias que han hecho de mí lo que soy actualmente.
EXISTENCIA DE UN PRINCIPIO INTELIGENTE
Después de aquella primera experiencia consciente de desdoble de la personalidad que me dio la convicción serena en forma práctica y no simplemente teórica de la existencia de un principio inteligente independiente por completo del cuerpo físico, he realizado muchos y muy frecuentes viajes fuera del mismo conociendo a otras personas, visitando otros países y estableciendo consciente contacto con otras corrientes de vida y otras dimensiones del espacio anteriormente desconocidas, a las que no habría accedido de no poseer esta facilidad de desdoble en la que me entrenó aquel, para mí, muy querido anciano del blanco turbante.
Claro que no voy a calificar de ‘‘espiritual’’ a esta facultad de poder ‘‘desplazarse conscientemente’’ fuera del cuerpo físico, aprovechando el desarrollo de determinado centro, o ‘‘chacra’’ dentro del cuerpo etérico, pero, en lo que a mí respecta, aquel mi primer ‘‘viaje astral’’ fue el principio de la percepción inteligente de un propósito sabiamente estructurado, o de un plan escalonado, que había empezado a desarrollarse en mí mucho antes de que Alguien, con perfecta autoridad espiritual, lanzara una pelota blanca ante mí y me dijera: ¡ve a buscarla!
PARA REALIZAR EL VIAJE ASTRAL SIN PELIGRO SE EXIGE UN MOVIL GENUINAMENTE PURO Y ALTRUISTA
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El proceso venía de muy lejos y sus motivaciones y trascendencias, que naturalmente no vamos a analizar aquí, me han permitido ser ampliamente consciente de un plan, de un propósito y de una meta, con respecto a toda la humanidad, de las más bellas y excitantes perspectivas. Quiero decir sencillamente que todos los seres humanos deberán poseer un día un cuerpo físico tan bien entrenado y exquisitamente controlado que salir del mismo y funcionar independiente de la actividad nerviosa, de las funciones respiratorias y de la circulación sanguínea, será una prerrogativa general y corriente y no el patrimonio exclusivo de algunos seres elegidos. No quiero decir con ello que esta humanidad actual, a la que vemos tan profundamente preocupada yendo de aquí para allá tratando de llenar el saco de sus deseos con renovadas sensaciones y satisfacciones, podrá acceder fácilmente a esta fase de obligado entrenamiento y control mental que le permita salir del cuerpo y efectuar conscientemente el desdoble entre la personalidad inteligente y el cuerpo físico, ni suponer tampoco que hay que situar como meta espiritual aquella actividad específica que permite salir del cuerpo y ‘‘volar por el espacio’’. Quiero significar más bien una mente bien controlada e inteligentemente regida puede alcanzar unos márgenes de autonomía con respecto al cuerpo físico capaz de generar aquella corriente de energía superior que, como una especie de electricidad de tipo desconocido, penetre en el cuerpo y lo utilice al extremo de permitirle al alma o principio inteligente salir del mismo sin perder la conciencia de sus actos, lo cual no ocurre habitualmente con el fenómeno del sueño.
En el sueño, Uds. Habrán podido observarlo, existe conciencia de hechos, de personas y de lugares, pero uno no se observa a sí mismo en relación con aquellos, sino que forma parte integrante de todo lo observado. Esta sensación de formar parte de las imágenes oníricas es debida a una falta de integración de la mente, el cuerpo emocional, o astral, y el cerebro. Ello repercute en una completa disasociación de la mente, de los hechos y de los lugares y del cerebro, lo cual impide un recuerdo claro y concreto de las vivencias fuera del cuerpo con la consiguiente pérdida de conciencia mientras estamos durmiendo. Por el contrario, en el desdoblamiento consciente hay una perfecta coordinación entre la mente, el mundo emocional donde suceden corrientemente los sueños de la humanidad y el cerebro como elemento coordinador del recuerdo. A esta coordinación o integración se la puede definir técnicamente ‘‘autoconciencia’’, o sea, la capacidad utilizada corrientemente en nuestra vida de relación social de ser conscientes no sólo de las cosas y de las personas, sino también de nosotros mismos en relación con aquéllas, algo que no ocurre precisamente cuando dormimos y soñamos.
INDEPENDENCIA DEL YO
Existen hechos y personas, sucesos y circunstancias, lugares y un campo muy bien definido de percepción, pero falta el aglutinante principal, la plena independencia del Yo, que piensa, en relación con el amplio contexto y maravillosas y excitantes perspectivas que brinda el sueño, manifestándose en otra dimensión de vida y de conciencia dentro del ser humano. Esta facultad de ‘‘autoconciencia’’ desarrollada y mantenida durante el sueño determina con el tiempo ‘‘la proyección astral fuera del cuerpo’’ y puede ser desarrollada mediante unos sencillos aunque persistentemente mantenidos ejercicios de atención hacia todo cuanto nos rodea y ocurre en nuestra vida.
Existe un proceso de disciplina, el LAYA YOGA, o Ciencia de los Centros, que permite el desarrollo del chacra del plexo solar, en la región epigástrica, estrechamente conectada con la vida emocional o astral del ser humano y el desplazamiento de la corriente vital del cuerpo físico hacia el exterior para efectuar el llamado ‘‘viaje astral’’. El método, sin embargo, es peligroso y a menos que no se tenga un bien cualificado y entrenado guía, como yo lo tuve. Se corre el riesgo de que la corriente vital o pránica que conscientemente hayamos logrado proyectar fuera del cuerpo no pueda regresar a él por una inesperada ‘‘rotura del cordón plateado’’, o hilo de la vida, que conecta el corazón con la fuente de vida en el Cosmos, y determinar el fenómeno físico de la muerte, con el consiguiente trastorno psíquico y moral que presupone la trasgresión de la ley kármica que rige el proceso de la existencia.
Para realizar el ‘‘viaje astral’’ sin peligro se exige un móvil genuinamente puro y altruista. De no poseerlo, como es el caso corriente, mejor es dejar que la integración de la mente, del cuerpo de las emociones y del cerebro físico se vaya realizando en forma natural, lenta y progresiva y que el chacra del plexo solar se vaya despertando y desarrollando según el ritmo armonioso que señalan las leyes de la Naturaleza. Puedo decir, por propia experiencia, que el logro de la conciencia astral puede ser facilitada y acelerada en la medida que la atención voluntaria del Yo se orienta preferentemente sobre el centro o chacra del entrecejo (el centro Ajana), observando desde allí todo cuanto ocurre a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos.
Con respecto a mí creo que había actuado siempre de esta manera y que mis motivos no fueron nunca los de poseer alguna rara facultad con la cual maravillar a los demás y que me di cuenta del peligro que entraña el desarrollo prematuro de ciertos centros etéricos, mucho antes de leer a los famosos ocultistas Leadbeater y Annie Besant y, cuando más advente leí a Lobsang Rampa,, comprendí claramente el error y el riesgo a que se exponen muchos sinceros aspirantes a la vida interior y estudiosos de la ciencia esotérica cuando se les presenta el ‘‘viaje astral’’ como algo muy fácil y realizable.
VIAJE ASTRAL Y MUERTE
Desde mi punto de vista considero que hay un abismo entre Leadbeater, Annie Besant o Mme. Blavatski y el pretendido ‘‘lama’’ tibetano Lobsang Rampa. Los primeros poseyeron realmente poderes psíquicos superiores conscientemente controlados. Lobsang Rampa relata ciertos hechos, entresacados quizás de alguna Lamasería tibetana, y preconiza determinadas experiencias que son realmente peligrosas para la integridad físico-psíquica. Hay que leerle con mucha discreción y prudencia. No se puede forzar la actividad de ciertos centros sin que se posea previamente un suave y perfecto control de la mente sobre las emociones y sin que un control todavía superior del Yo espiritual actúe sobre la mente.
En la cúspide de este proceso, del cual el ‘‘viaje astral’’ constituye sólo una pequeña parte, los entendidos verán un MOTIVO de luz, de paz y de seguridad inmensa dentro del cual se refunden todas las dimensiones del espacio. La misión del ser humano es ser conscientes de tales dimensiones ‘‘aprender a volar’’ o a ‘‘viajar’’ conscientemente por todas ellas, y el rastro de luz que vaya dejando tras de sí conquistando los distintos estadios del VUELO es lo que le caracterizará como un ser humano completo.
VICENTE BELTRAN ANGLADA
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