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HEMEROTECA- Tomo II
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ENERO 1974 – Año III – Núm. 14

 

MUNDOS PERDIDOS

NAVES ESPACIALES EN EL PASADO REMOTO (II)

 
 

Por su parte, el Mahabharata Explica que el Vimana Vidya o arte de volar en navíos aéreos se conocía hace 3.000 años (antes de la redacción del texto, de fecha indefinida), siendo reservado, en un principio, por los sabios, por razones de seguridad, descuidadas las cuales sobrevino el desastre… ¡Por todas partes la misma historia!
En dicho poema se leen descripciones como éstas:
‘‘…El hermoso carro celestial poseía el brillo del fuego.’’
‘‘…Resplandeciendo con poderosa luz, como una llama en una noche de verano… Como un cometa en el cielo… Como un meteoro rodeado por una poderosa nube…’’
‘‘…Bhima volaba en su carro resplandeciente como el Sol y fragoroso como el trueno… El carro volador brillaba como una llama en el cielo nocturno del estío… Pasaba como un cometa… Parecía que resplandecían dos soles… He aquí que el carro se elevaba y todo el cielo quedó iluminado…’’
Un texto más moderno, la Mahavira, de Bhavabhonti (siglo viii d. JC.) vuelve a referirse a los elementos del Ramayana con una precisión más asombrosa: ‘‘Un carro aéreo, el Pushpaca, transporta a varias personas hacia la antigua capital de Ayodhya… El cielo está sembrado de máquinas voladoras, asombrosas, negras como la oscuridad, sobre las que destellan luces de resplandores amarillentos…’’
El Samar, otro libro hindú, habla de ‘‘máquinas de hierro bien conexas, con una carga de mercurio que se liberaba de la parte posterior con llamaradas y rugidos’’.


 

ARMAS TERRORIFICAS EN LOS
MANUSCRITOS HINDUES

Según todas las referencias, cuando los vimanas cayeron en manos de algunos reyes ambiciosos, éstos se sirvieron de los mismos para sembrar la destrucción em masa:
‘‘Cukra, volando a bordo de un vimana de alta potencia, lanzó sobre la triple ciudad un proyectil único cargado con la fuerza del Universo. Una humareda incandescente, semejante a diez mil soles, se levantó en todo su esplendor…’’ (Mausola Purva).
Algunos manuscritos hablan de armas como la Agniratha, similar a un bombardero teledirigido; la Saura, una especie de gigantesca bomba atómica; la Avydiastra, capaz de relajar plenamente los nervios de los soldados, y las bombas Sikhasrastra, que esparce con una terrible lluvia de fuego, similares a las modernas de napalm.
Por doquier pueden leerse descripciones de destrucciones terribles, que superan, a veces, con su horror, a las más penosas de nuestra moderna guerra química y atómica:
‘‘…El sabio le entregó, confiando en él, todos los secretos y le enseñó el manejo de armas de la más tremenda potencia, capaces de producir amodorramiento y hasta de causar un profundo sueño, y su arma de fuego era capaz de reducir a cenizas la gran armada de Koumghakarna’’. (Maha-Vira.)
‘‘…El hijo de Drona lanzó el arma, soplaron fuertes vientos y el agua se desencadenó arremolinándose contra la tierra. Fortísimos truenos aturdían a los soldados, la tierra retemblaba, el agua se encrespaba y las montañas se hendían…’’
‘‘…Se lanzó un proyectil gigantesco que despedía fuego sin humo, y una profunda oscuridad descendió sobre los soldados y las cosas que les rodeaban. Se levantó un viento horrible y nubes sanguinolentas bajaron hasta la Tierra. La Naturaleza enloqueció, y el Sol giró sobre sí mismo. Los enemigos caían como briznas de hierba destruidos por la llama. Las aguas de los ríos hervían, y los que a ellos se lanzaban en busca de salvación murieron miserablemente… Cuando el viento disipó el humo de los incendios, vimos millares de cuerpos reducidos a cenizas por ese arma terrible…’’
‘‘…Fue como si se desataran los elementos. El Sol giró sobre sí mismo. Achicharrado por la quemazón, febril. Elefantes abrasados bajo aquel calor emprendieron desatinadas carreras a un lado y otro para protegerse contra aquel terrible poder. El agua hirvió, los animales murieron, los enemigos fueron exterminados y los destellos de fuego hicieron arder un árbol tras otro como en un incendio forestal. Los elefantes bramaron aterrorizados y se desplomaron muertos en un amplio círculo. Los caballos y carros de guerra ardieron; todo pereció como en un incendio. Miles de carruajes fueron destruidos; luego, un hondo silencio se extendió sobre el mar. Los vientos comenzaron a soplar y la tierra se iluminó. Entonces se ofreció una vista estremecedora: Los cadáveres de los caídos habían sido mutilados de tal forma por el terrible calor, que ya no parecían seres humanos. Nunca habíamos visto actuar un arma tan cruel y nunca habíamos oído hablar de tales armas… (Drona Parva.)
‘‘…Es un arma desconocida. Un rayo de hierro, gigantesco mensajero de la muerte, que redujo a cenizas a todos los miembros de la raza de los Vrishnis y de los Andhakas. Los cadáveres quemados no eran reconocibles. A las personas se les caía el cabello. Los objetos de barro se rompían sin causa aparente. Las aves se volvían blancas y sus patas enrojecían y se deformaban. Al cabo de unas horas se estropearon todos los alimentos. El rayo se redujo a un fino polvo. Pero aún poseía una terrible potencia maléfica, por lo que Canra ordenó a sus hombres que arrojasen el polvo al mar. Los soldados se despojaron de sus vestiduras, se bañaron y lavaron sus armas.’’ (Mausola Purva).


 

OCULTISTAS Y VIDENTES CONFIRMAN
LA EXISTENCIA Y LOS
VIMANAS ATLANTES

Según ciertas referencias, los vimanas eran guardados en unos vimana-griha, que nos hacen pensar en los modernos hangares, y eran propulsados por un líquido amarillento, siendo utilizados para la guerra, los viajes o el deporte.
Para el teósofo W. Scout-Elliot, que escribió su ‘‘Historia de los Atlantes y Lemuria’’ (13) en el siglo pasado, los vimanas ‘‘eran de una sola pieza y perfectamente lisos y bruñidos y brillaban en la oscuridad como si estuviesen revestidos de una pintura fosforescente’’.
Para él, los maestros de los atlantes habrían llegado del espacio en poderosas astronaves, y los vimanas eran movidos por el Vril, energía desprendida por los individuos que las conducían.
En esta opinión abundan todos los teósofos, desde madame Blavatski, que en su ‘‘Doctrina Secreta’’ (6) se refiere numerosamente a los vimanas, transcribiendo fragmentos de las milenarias ‘‘Estancias de Dzyan’’ que detallan la destrucción de los antiguos continentes y la forma en que los bondadosos instructores los abandonaron a bordo de sus vimanas, hasta Rudolf Steiner, que nos explica que actuando sobre la ‘‘fuerza vital’’ los atlantes hacían volar a sus naves aéreas a ana altura menor de las colinas, advirtiendo que estas naves no nos servirían a nosotros, puesto que su utilización dependía de las condiciones atmosféricas peculiares de aquella época, en la que la atmósfera terrestre era mucho más densa que en la actualidad. Todo esto habría ocurrido según sus teosóficas especulaciones –más o menos fundamentadas– hace como un millón de años.
Lo cierto es que todas las tradiciones ocultistas hablan de algo similar. Y hasta un curandero y vidente de la talla de Edgar Cayce, a cuya vida y obras nos referiremos con amplitud en otra ocasión, habla a lo largo de sus charlas mediumnímicas, realizadas durante la primera mitad de nuestro siglo, de la utilización de una suerte de naves ‘‘todo terreno’’ que lo mismo volaban que se sumergían en los océanos, por parte de los atlantes, para combatir las fuerzas del reino animal que amenazaban la vida de los hombres, utilizando rayos mortíferos, similares a nuestro ‘‘laser’’ (5).


 

MAQUINAS MOVIDAS
POR LA FUERZA DEL PENSAMIENTO
O DEL SONIDO

Algunas aseveraciones de los teósofos, como la de que los vimanas eran movidos por la energía personal de los propios tripulantes, nos llaman particularmente la atención siendo confirmadas por algunos relatos del Ramayana, Samarangana Sutradhara y otros viejos textos, que coinciden en afirmar que los vimanas ‘‘podían ser movidos por los sonidos y por los ritmos’’ o bien ‘‘por la simple fuerza de la voluntad’’.
El ingeniero y ufólogo francés René Fouéré comenta a este respecto:
‘‘En lo que concierne a la acción de ‘‘cantos’’ sobre la potencia propulsiva o la conducción de un ingenio, puede imaginarse que la velocidad y la trayectoria de dicho ingenio serían reguladas por máquinas que obedeciesen a un mandato vocal, a señales sonoras emitidas por el piloto y que tomasen forma de cantos rítmicos. Un sistema semejante de pilotaje ‘‘manual’’, sería perfectamente concebible en el cuadro de nuestra técnica y podría presentar ciertas ventajas. Despreciando toda prudencia científica, relativamente en el estado actual de nuestros conocimientos verificables, se podría dar un paso más y verificar la hipótesis según la cual el cerebro humano, una vez puesto en cierto estado, se volvería capaz de actuar directamente sobre objetos materiales, poner en acción en el medio exterior energías cuya grandeza no nos sorprenderá luego que la relatividad nos ha revelado lo que podía ser el equivalente energético de la masa material de un cuerpo humano. Si así fuese, los ‘‘cantos rítmicos’’ de los que hablaba el antiguo texto hindú podrían tener por función colocar el cerebro en un estado semejante’’ (3).
Este comentario trae a nuestra cabeza multitud de recuerdos… Desde los numerosos casos de levitaciones de santos y místicos y mediums, hasta el derrumbamiento de las murallas de Jericó por el poder del sonido, o los relatos orientales al estilo del Ali-Babá o Aladino, con sus cuevas maravillosas cuyas puertas ciclópeas responden al mágico conjuro de la voz humana.
‘‘En los tiempos antiguos –escribe el arqueólogo Marcel Homet (9) – todo el mundo ballaba por los aires como las hojas arrastradas por el viento otoñal. Los hombres podían volar cantando ciertas palabras y haciendo entrechocar sus címbalos.’’
Las mismas ‘‘Estancias de Dzyan’’ aseguran que en el pasado remoto ‘‘el hombre podía volar cantando cierta tonada y golpeando un címbalo’’.
Y en las leyendas recogidas por el profesor Harold T. Wilkins en sus ‘‘Misterios de la Antigua Sudamérica’’ oímos repetir: ‘‘…Hubo un tiempo en que los hombres podían volar… Todas las cosas eran muy ligeras y podían levantarse grandes piedras’’.
El teósofo A. P. Sinnet, por su parte, intenta demostrar en el libro ‘‘Las pirámides y Stonehenge’’ las aseveraciones de los mahatmas acerca de que los antiguos monumentos fueron construidos gracias a la levitación de los inmensos bloques de piedra, producida mediante el poder del sonido, que les facultaba para controlar la gravedad.
‘‘Es cierto –confirma François Lenormand en su ‘‘Magia Caldea’’ – que en la antigüedad los sacerdotes de On, gracias a sonidos mágicos, suscitaban tempestades y levantaban, para construir sus templos, piedras que mil hombres no hubieran podido mover.’’
Y Jacques Welss escribe: ‘‘Los enormes bloques de piedra que pesaban hasta 600 toneladas son levemente convexos en ciertas caras para incrustarse perfectamente en la convavidad de los bloques contiguos y formar un conjunto de una solidez a toda prueba. Con seguridad, fueron transportados en su sitio con suma facilidad’’.
Hay incluso confirmaciones de movernos científicos como la de Walter Owen, que enfoca el asunto desde el punto de vista electromagnético: ‘‘Las vibraciones sonoras son fuerzas cuyos poderes permanecen desconocidos para el profano. La ciencia del sonido utilizada por los sabios de la antigüedad fue pronto olvidada y es objeto de bromas por parte de muchas personas; pero la verdad es que la creación cósmica está sostenida por el poder de esas vibraciones’’.
Existe algún caso más o menos famoso, como el del americano John Keely, que abandonó su profesión de director de orquesta para construir un motor impulsado por el sonido (‘‘por las vibraciones intermoleculares del éter’’ según sus palabras). Aseguró haberlo logrado en 1874, poniendo en marcha su máquina mediante una nota emitida por el violín. Sin embargo, todo quedó ahí. Keely pasó a la historia como un embaucador, aunque parece que perdió todo el apoyo económico que se le había prestado –ignoramos si por sus excesivas reservas o debido a los intereses creados–, y por ello no pudo continuar con su proyecto.
Otro inventor de la actualidad, Jean Goujon de Tolosa, ha fundamentado sus investigaciones acerca de la ingravidez y la levitación sobre las propiedades de las fuentes coherentes de emisoras, cuando todos los puntos de la superficie (por ejemplo, en la membrana de un altavoz) vibran la fase, es decir, en un solo bloque.
Tras numerosas experiencias, asegura que tales fuentes crean en torno a ellas un campo atractivo, idéntico a un campo vibracional.
‘‘Si se dirige –nos explica–, mediante una pantalla apropiada, la transmisión de la onda sonora coherente hacia el suelo, la resultante es dirigida hacia arriba, y tiende a hacer elevarse el conjunto… Una combinación simultánea de ondas sonoras electromagnéticas y ‘‘ondas primarias’’, debería poder provocar la levitación o ingravidez…’’
Ya hemos hablado (en el número anterior) de naves capacitadas para realizar viajes espaciales, que aparecen descritas en textos como el Samarangana Sutradhara hindú y los Tantjua y Kantjua tibetanos. Numerosos autores se refieren a esa posibilidad que tenían los antiguos habitantes de Atlántida y Mü de viajar a otros mundos a bordo de sus naves. Entre ellos James Churchward, el citado Scout-Elliot y un explorador ruso llamado Terapiano que escribe en su ‘‘Viaje a un país desconocido’’:
‘‘Los hombres de aquel desaparecido continente, principalmente el pueblo de Mü, disponían de aparatos voladores, y estaban capacitados, al parecer, para viajar por los desconocidos espacios siderales, y para alcanzar otros lejanos planetas.’’ (28).
Por todo el globo existen numerosas leyendas que pueden ser interpretadas en el sentido de intercambios interplanetarios realizados en la antigüedad, visitas de seres extraterrestres de la Tierra, y de terrestres a otros orbes. Sin embargo, el tema se presta excesivamente a la exageración intencionada y al confusionismo sensacionalista.
Por otra parte, hay textos y tradiciones que fácilmente pueden ser mal interpretadas, confundiendo por ejemplo a supuestos primitivos habitantes terrestres con visitantes de otros mundos. (Caso de descripciones de lemúridos, por ejemplo.)
Una muestra de ello es el pueblo de Ki-Kollang, cuya historia legendaria es parcialmente descrita en el ‘‘Libro de las montañas y de los mares’’ chino. Los miembros del mismo, que vivieron hace incontables siglos, ‘‘poseían un solo brazo y tres ojos y viajaban en carros voladores’’, de los cuales aún se conserva un dibujo, en el que aparecen como una suerte de góndolas dotadas de un par de ruedas de paletas y dos pares de alas cada una (12 y 25).
Otra interesante narración china, que nos da curiosas descripciones de parajes extraterrenos, es la del ingeniero del emperador Yao, Hou-Yih, que allá por el año 2309 a J.C. diose un paseíto hasta la Luna montado en un pájaro celeste, que le avisaba de los momentos exactos de apogeo y ocaso del Sol, acompañado por su esposa Chang-No. Exploró el espacio ‘‘cabalgando la corriente de aire luminoso’’ y allá arriba ‘‘no pudo comprobar el movimiento rotatorio del Sol’’ (cosa que indudablemente no podía ser apreciable sino desde el espacio exterior, pues la que rota es la Tierra y no el Sol como creyeron la generalidad de los antiguos).
En la Luna, Hou-Yih vio ‘‘el horizonte helado’’ y construyó su ‘‘palacio del Gran Frío’’, describiendo el satélite como ‘‘una esfera luminosa, brillante como el cristal y muy fría’’ y aseverando que ‘‘la luz de la Luna tiene su origen en el Sol’’.
Si lo cotejamos con las descripciones realizadas por nuestros astronautas, y con los actuales descubrimientos astronómicos, de los cuales –si damos crédito a nuestros científicos ortodoxos– los hombres de aquellos tiempos se hallaban muy alejados, habremos de ir pensando en excelentes telecogniciones o ‘‘viajes mentales’’, posibilidad que por otra parte no es lícito descartar.
Y para terminar nos referiremos al poema épico de Etana, que hace 4700 años hablaba del vuelo de éste al trono de Anu, el babilónico dios de las Grandes Profundidades Celestes, a lomos de un águila singular:
Tras volar una hora, el águila le dijo: ‘‘Mira hacia abajo. ¡Ve en qué se ha convertido la Tierra!’’. Etana observó que la Tierra se había convertido en una colina, y el mar en un pozo. Tras otra hora de vuelo, la Tierra ya parecía una piedra de amolar, y el océano un puchero. A la tercera hora, la Tierra era tan sólo una mota de polvo, y el mar ya no se veía.
Podemos observar expuesto con bastante claridad el concepto de una tierra esférica que se va quedando pequeña para el que se aleja de ella, a medida que aumenta la distancia. Pero esto roza ya los increíbles conocimientos astronómicos y las avanzadas cosmogonías que encontramos entre los llamados ‘‘pueblos primitivos’’, que será el tema de nuestro próximo artículo.

ENRIQUE VICENTE


 

1. ‘‘Dioses y Robots’’. – J. ALVAREZ LOPEZ. (Ed. Kier; Buenos Aires, 1970.)
2. ‘‘Vimanas; un secreto heredado de la Atlántida’’. – E. VICENTE (Revista ‘‘Algo’’, núm. 191; Barcelona, diciembre 1971.)
3. ‘‘Vers le commande mentale des machines’’. –  R. FOUERE. (Revista ‘‘Phenomenes Spatiaux; París, núm. 15, marzo 1968, y núm. 7, marzo 1965.)
4. ‘‘Hallazgo en las excavaciones de Sakkara’’. – R. CHAPMAN. (Revista ‘‘Karma-7’’; Barcelona, 1972, y diario ‘‘El Noticiero Universal’’; Barcelona.)
5. Edgar Cayce on Atlantis. – E. CAYCE. (‘‘Association for research & enlightenment Inc.’’, N. York, 1968, traducción francesa; Eds. J’ai lu, París, 1973.)
6. ‘‘La doctrina secreta’’ (7 volúmenes). – H. P. BLAVATSKI (Ed. Kier; Buenos Aires.)
7. ‘‘The flight of Hanuman to Lanka’’. – C. M. MEHTA. (‘‘Narayan Niketan, Nodial’’; Bombay, 1940.)
8. ‘‘The Sky People. – B. LEOPOER TRENCH. (Neville Spearman Ltd.; London 1960. – Award Books, N. York 1970. Trad. Francesa; Eds. J’ai lu, París 1972.)
9. ‘‘Los hijos del Sol’’. – M. HOMET. (Ed. Juventud, Barcelona.)
10. ‘‘Recuerdos del futuro’’. – E. VON DANIKEN. (Plaza & Janés; Barcelona 1970.)
11. ‘‘Regreso a las estrellas’’. – E. VON DANIKEN. (Plaza & Janés; Barcelona 1972.)
12. ‘‘La conquista del aire y del espacio’’. – M. LLEGET. (Ed. Hispano-Europea; Barcelona 1958.)
13. ‘‘Historia de los atlantes’’. – W. SCOTT-ELLIOT, (R. Maynadé Ed.; Barcelona 1912.)
14. ‘‘L’enigme de l’Atlantide’’. – A. TOMAS (París, 1939.)
15. ‘‘Los secretos de la Atlántida’’. A. TOMAS. (Plaza & Janés; Barcelona, 1971.)
16. ‘‘No somos los primeros’’. – A. TOMAS (Plaza & Janés; Barcelona 1973.)
17. ‘‘Astronaves en la prehistoria’’. P. KOLOSIMO. (Plaza & Janés; Barcelona 1973.)
18. ‘‘No es terrestre’’. P. KOLOSIMO. (Plaza & Janés; Barcelona 1970.)
19. ‘‘Histoire inconnue des hommes depuis cent mil ans’’. – R. CHARROUX. (Robert Laffont Ed., París, 1963. Hay traducción castellana editada en Santiago de Chile.)
20. ‘‘Le livre des secrets trahis’’. – R. CHARROUX (R. Laffont Ed.; París, 1965.)
21. ‘‘Les soucoupes volantes ont atterri’’. – G. ADAMSKI y DESMOND LESLIE. (J’ai lu, 1971.)
22. ‘‘Platillos volantes en la antigüedad’’. – E. DANYANS. (Ed. Pomaire, Barcelona, 1967.)
23. ‘‘Los platillos volantes y los dioses’’. – J. MICHEL. (Ed. Pomaire, Barcelona, 1967.)
24. ‘‘El gran enigma de los platillos volantes’’. – A. RIBERA. (Ed. Pomaire, Barcelona, 1966.)
25. ‘‘Les soucoupes bolantes viennent d’un autre monde’’. – J. GUIEU. (Eds. Du Fleuve Noir; París, 1954.)
26. ‘‘El Ramayana’’. – VALMIKI. (Trad. De J. Bergua; Ed. Ibérica, Madrid.)
27. ‘‘El sonido, elemento de poder’’. (Revista ‘‘2001’’, núm. 30; Buenos Aires, enero 1971.)
28. ‘‘Diez enigmas del mar’’. – A. faria. (Ed. Bruguera, Barcelona.)

 

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