HEMEROTECA- Tomo III |
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DICIEMBRE 1975 – Año IV – Núm. 37 |
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PARAPSICOLOGIA |
¿TELERRADIESTESIA…? CLARIVIDENCIA |
En todos los fenómenos ‘‘PSI’’ la respuesta radica en el poder subconsciente del YO trascendente.
Doctor J.B. Rhine
En artículos anteriores siempre hemos mencionado que la ‘‘psi’’ no está sensiblemente condicionada por el grado de inteligencia. Fue Rhine precisamente quien lo demostró infinidad de veces con sus ‘‘test’’ en la Universidad de Duke. La realidad es que lo que sabemos hasta ahora del cerebro no puede explicarnos el por qué de ciertos fenómenos parapsicológicos, a pesar de cuanto afirma convencido cierto neuropsiquiatra barcelonés. La parapsicología ha verificado infinidad de veces la existencia de un hecho totalmente eficiente no físico: una causa no física indistintamente en casos de telepatía, como también de precognifición. De igual forma opinaba el doctor Ricardo Mussó en su cátedra cuando ostentaba la presidencia del Instituto de Parapsicología de la Argentina, y no olvidemos que anteriormente lo habían hecho también los doctores Amadou y Thouless entre otros varios.
Veamos sus opiniones:
El doctor Thouless, inglés, muy interesado por la parapsicología, explicaba que consideraba la clarividencia como una ‘‘manifestación’’ del alma. Encontraba en todo fenómeno paranormal una nueva prueba de la existencia de un principio vital y espiritual capaz de obrar sin intermediario físico. Y decía sobre el particular Amadou, que eran muchos los metapsiquistas y numerosos también los parapsicólogos anglosajones, que opinaban que los hechos ‘‘psi’’ (paranormales) revelaban aspectos hasta hace poco desconocidos de la actividad humana, y ‘‘nos obligan a admitir una concepción espiritual del alma, lo cual ya justifica la religión’’. Para cualquier científico que estudia los fenómenos parapsicológicos, la clarividencia ha sido siempre uno de los enigmas mayores e indiscutiblemente de los más polémicos. Se le conoce indistintamente con los términos, ESP, lucidez, ‘‘doble vista’’ metagnomia, criptestesia, etc. Entra dentro de la clasificación Psi-gamma, tal como la definió Rhine, junto con la telepatía y la precognición.
Atendiendo a la forma en que opera en relación con el clarividente mismo, se clasifica de intuitiva, según si el fenómeno es puramente mental y espontáneo, o requiere algún estímulo físico. Se le dan también los nombres de clarividencia telestésica, cuando permite el conocimiento de sucesos lejanos en el espacio; táctil o bien psícómetra (psicometría) cuando necesita para manifestarse el contacto con objetos evocadores; autoscópica si con ello el sujeto tiene conciencia de su propio cuerpo interiormente; rábdica, más conocida por radiestesia y telerradiestesia, la que permite ubicar aguas subterráneas, minerales, objetos escondidos, perdidos, etc., y criptoscópica cuando al clarividente le permite ‘‘ver’’ a través de cuerpos opacos. Bien sea sobre el terreno (radiestesia), o sobre planos (telerradiestesia). Como definición global digamos que es ‘‘una correspondencia extrasensorial (ESP) entre un estado mental del sujeto y un objeto material del mundo pasado, presente o futuro’’. Ahora bien la clarividencia sólo la consideramos como un hecho presente; pasado lo clasificamos como una retrocognición, y futuro como precognición.
La ‘‘psi’’ sea cual fuera su verdadera naturaleza, no se ve afectada en modo alguno por la distancia y opera con la misma facilidad si los objetos o los sucesos están separados del sujeto por una habitación, una población, un continente o todo un océano. Y cuando se trata de cognición, precognición, o retrocognición, aunque parezca increíble, actúan independientemente del tiempo.
A través de todas las épocas, la clarividencia ha constituido para el hombre un fenómeno admirable que en algunos tiempos ha temido, y en otros ha glorificado. También lo ha intentado emplear prácticamente (radiestesia) y, sobre todo, siempre miró con superstición rodeándolo de leyendas. En la antigua Grecia así como en Egipto y Babilonia, y posteriormente en Roma, los adivinos –pitonisas, sibilas, profetas, etc.– ponían la adivinación al servicio de los monarcas y caudillos militares. (Modernamente, la radiestesia y telerradiestesia fue utilizada y con éxito, por los contendientes de la última guerra).
Una cosa que hemos de tener presente, es que la colaboración de clarividentes ha permitido a veces la solución de muchos sucesos dudosos e inseguros desde el principio de una investigación. Ahora que en muchos casos se confunde la telepatía con la clarividencia, y en otras la clarividencia con la telebulia, o sea la sugestión telepática, de la que hablaremos en otro artículo. También de la forma en que el sueño o el estado de trance abre la puerta que conduce al subconsciente del hombre, donde radica el poder y el conocimiento del ‘‘yo’’ trascendente.
Los clarividentes han colaborado con los agentes de la ley desde hace muchos años, si bien como se señala escrupulosamente, de un modo no oficial. Es más famoso, Gerard Croiset de Holanda, uno de los clarividentes con más facultades del mundo de hoy. La policía holandesa figura entre las primeras que adoptaron tal proceder. Dentro de Estados Unidos, Inglaterra y Canadá, a pesar de los asombrosos resultados obtenidos con la ayuda de la psiquis, se discute todavía tan importante colaboración, que se sitúa al margen de lo establecido hasta ahora legalmente, considerándose también no oficial y complementaria. Incluso el más escéptico, sin embargo ha de reconocer que casos como los que siguen se elevan mucho sobre el simple trabajo de adivinar, reforzando el fenómeno ‘‘psi’’.
Dice Brad Steiger según datos oficiales: ‘‘Cuando Charles King disparó sobre su socio, Edward Hayward, en los bosques de Alberta, una clara noche del mes de septiembre de 1904, el ambicioso criminal se aseguró de que no habría testigos de su perversa acción. Por el hecho de ser un materialista práctico, Charles King no acertó a pensar en la posibilidad de que alguien ‘‘le estuviese viendo’’ a más de nueve mil kilómetros del lugar del crimen. En Inglaterra, el hermano de la víctima, George Hayward había tenido un sueño durante el cual había visto todo lo ocurrido con la misma nitidez que si se hubiese encontrado en las inmediaciones del agresor.
UN POSITIVO CASO DE RADIESTESIA QUE LOS ‘‘CIENTIFICOS’’ PUEDEN EXAMINAR
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Cuando la noticia del crimen llegó a Inglaterra, George Hayward dio cuenta de su sueño y todo lo que dijo proporcionó una pista a los agentes para llegar a detener a Charles King. George Hayward se trasladó al Canadá para asistir al juicio, pero su testimonio no fue admitido oficialmente. Todos los que de una manera u otra tuvieron relación con el caso, no obstante, reconocieron en el sueño una notable coincidencia…’’.
Los sueños y ‘‘corazonadas’’ pese a no haber sido nunca aceptados oficialmente en los documentos legales, son objeto de respetuosa atención y cuando resultan precisos, son calificados con la pseudodignidad de la ‘‘coincidencia’’. El clarividente profesional, no obstante, puede correr ciertos riesgos al ofrecer sus servicios a la policía.
Tanto Peter Hurkos como Edgard Cayce pueden ilustrarnos muchísimo. Veamos un caso de Edgard Cayce, clarividente de portentosas facultades quien utilizó las miamas, primeramente para el diagnóstico de las enfermedades, y después al ser consultado sobre un caso criminal. Cayce, hallándose en trance, describió la escena del delito con todo detalle e identificó a la hermana de la chica asesinada como autora del crimen. Al seguir aquella pista, los agentes se quedaron asombrados por la exactitud de las declaraciones del clarividente. La satisfacción de Cayce por haber ayudado así a la policía se atenuó notablemente al aparecer en su domicilio un agente con una orden de arresto. El jefe de policía le había dicho que Cayce sólo podía conocer tantos datos por haber participado en el crimen en calidad de cómplice. Unicamente algunas consideraciones sobre el fenómeno ‘‘psi’’ y las aportaciones de diversos testigos libraron al clarividente de aquella acusación, retirando entonces los agentes su grave denuncia.
De un incidente similar fue protagonista una joven noruega llamada Ingerborg Dahl. Al parecer la muchacha siempre había demostrado una gran habilidad en predecir hechos. Varios amigos la habían animado para que estimulara sus excepcionales facultades. Otras personas pensaron, en embargo, que las predicciones de Ingerborg eran pura suerte, coincidencias, negándole toda aptitud de carácter psíquico. Estos escépticos se sintieron fuertemente impresionados ante el ‘‘mal gusto’’ de Ingerborg al declarar un día que ‘‘preveía que su propio padre moriría ahogado’’.
Un día de verano de 1934 (el hecho es histórico hasta en sus mínimos detalles) el anciano juez, ya retirado, sintió unos fuertes calambres mientras se bañaba en Hanko, o quizá le sobrevino un desvanecimiento y consiguiente desmayo, pero la realidad fue que la predicción de Ingerborg Dahl se cumplió. Pero la hija no había previsto el curioso giro que tomaron las cosas tras la muerte de su padre. Los mismos escépticos que se habían reído de sus predicciones (como sucede siempre) juzgándolas meras coincidencias, la acusaron de haber asesinado alevosamente al anciano juez. De acuerdo con los alegatos había ahogad a su padre con el fin de demostrar radicalmente que poseía poderes proféticos.
El famoso juicio de Ingerborg Dahl durante algún tiempo recordó los incidentes de las célebres cacerías de brujas medievales. A los representantes de la acreditada ‘‘Sociedad Noruega de Investigaciones Psíquicas’’ se les negó el derecho de poder ofrecer sus testimonios con objeto de que la ‘‘ciencia tradicional’’ (?) no se declarase ofendida. Afortunadamente para la muchacha, la acusación no pudo aportar suficientes pruebas para que la condenaran por asesinato. Tras unas dilatadas sesiones las autoridades decidieron al fin, que la predicción de la joven ‘‘debía de haber producido en el juez Dahl una especie de sugestión hipnótica’’ que había de determinar su muerte en la forma anunciada.
Sobre casos similares me comentaba, no hace mucho, cierta sensitiva clarividente: ‘‘Las personas tienen que ser muy cautas al intentar sacar partido de sus dotes de clarividencia. Es verdad que estos poderes se hallan dentro de todos y pueden ser estimulados, pero no se deben cultivar conscientemente estas aptitudes, pues tenga en cuenta que la posesión de este don siempre acarrea disgustos: nuestra sociedad de consumo no se halla preparada para aceptar este poder’’…
Así me aconsejaba una famosa sensitiva, especialmente clarividente. Habitaba por entonces en la provincia de Tarragona, pero sabía ella que yo jamás estaría de acuerdo con su forma de pensar, porque sigo opinando que la facultad de clarividencia, si se emplea debida y prudentemente, es una bendición y una ayuda para nuestros semejantes. No concibo tampoco pueda ser mal empleada, ya que si así fuese, sería un grave entorpecimiento y una maldición. Ahora bien, los peligros reales son la pérdida de la verdadera humildad y la sobrecarga de un falso orgullo dados nuestros éxitos. Considero también una tontería que un, o una clarividente, crea que sólo ella posea tal don y que ha sido especialmente elegida bajo guía angélica. ¡Eso sí que son monsergas! La clarividencia es una facultad paranormal; es una facultad de percepción extrasensorial. ¡Nada más!
Veamos ahora un caso sucedido en Barcelona, y reciente por cierto. Después, ustedes mismos juzgarán.
EN LOS CONFINES DE LA PARAPSICOLOGIA
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Por gentileza de la Sección de Parapsicología del Museo Nacional de Barcelona en el pasado mes de febrero me visitó el señor J. C. residente en Badalona el cual me indicó que habían perdido un paquete conteniendo joyas y otros efectos de valor el cual habían perdido en la casa de sus padres.
La indicada casa se compone de planta y piso, casa grande, antigua y con muchas habitaciones. Pues bien, un radiestesista de nuestro grupo de trabajo, el industrial señor José C. S. de Barcelona, con sólo un plano de cada planta, al poco tiempo, escasamente dos horas, ‘‘sabía’’ donde estaba el indicado paquete, gracias al péndulo, herramienta ‘‘medio’’ con que trabajaba un telerradiestesista como el señor José C. S.
El paquete, por lo que supimos más tarde, se había buscado durante mucho tiempo con la particularidad que el radiestesista dio detalles muy concretos concernientes a la habitación donde estaba el mismo lugar (escondrijo), altura, profundidad… y casi, casi describió gran parte de la misma habitación, pues mientras trabajada ‘‘tenía la sensación de estar viéndola’’… Ahora bien, me interesa hacer constar que la indicada casa de Badalona no había sido visitada por ninguno de nosotros. Tampoco el radiestesista llegó a conocer al señor J. C. de Badalona.
Este trabajo telerradiestésico (clarividencia) fue un éxito más, total. Anteriormente ya habíamos obtenido otros muchos que algún día se publicarán, pues conviene que se conozcan, pues aquí, en España, también suceden casos magníficos que no deben quedar silenciados. Ahora bien: para el caso que algún científico escéptico dude de cuanto indico, obra en mi poder certificación oficial efectuada por el mismo propietario de la casa, así como duplicado del plano de la finca de Badalona, dirección y cuantos detalles específicos son realmente necesarios para aquello que podríamos decir: ‘‘comprobación fehaciente en cualquier momento’’.
He tenido especial interés en hacer constar aquí este hecho reciente para con ello afianzar mi forma de pensar y consejo de siempre: debemos ayudar en todo momento y en cualquier circunstancia a nuestros semejantes con nuestras facultades paranormales, sean las que sean, a pesar de que por culpa de ello pudiera sucedernos algún día un contratiempo, como le aconteció a Cayce, y también muy desagradablemente, a aquella muchacha llamada Ingerborg Dahl.
¡Y es curioso! Ciertos poderes de nuestra psiquis, nuestros, al descubrirlos a algunos todavía les causan temor por superstición e ignorancia, aunque generalmente no se quiere reconocer noblemente. A otros les da vergüenza hablar de ello ¡tabú!, pero lo lastimoso es que algunos –como aquella sensitiva–, no comprenden a estas alturas que los auténticos peligros precisamente son el orgullo que termina por envanecerles, y en otros les pierde su propia maldad.
Podemos afirmar hoy, que hay muchas cosas de nosotros mismos, de nuestro mundo inclusive y, no digamos del Universo, de las cuales tenemos una idea vaga, o ninguna en absoluto, o bien un concepto completamente erróneo. De acuerdo que el mundo progresa a pasos agigantados en el orden científico y tecnológico, pero desgraciadamente sólo en su estructura material, ya que en lo espiritual nos encontramos varados, como antaño.
Quizá algún día sepamos aprovecharnos realmente de nuestros potenciales recursos mentales. Entonces posiblemente el mundo progrese de verdad y comprenda, pues es posible que al conocernos nosotros mismos por ahondar en nuestro mundo interior forzosamente la humanidad tenga que ser muchísimo más perfecta. Quizá sea este el papel apologético que le está reservado a la Parapsicología como algunos –Rhine entre ellos–, se atreven a anunciarlo sin reservas.
J. ROCA MUNTAÑOLA
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