HEMEROTECA- Tomo III |
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AGOSTO 1975 – Año IV – Núm. 33 |
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UNIVERSALISMO |
CARTA UNIVERSAL 25-31 |
‘‘GANATE EL AMOR DE TU PROJIMO’’
En la lectura de un interesante trabajo de Hans Seyle titulado: ‘‘Stress y conducta social’’ que publica como reportaje de la Organización Mundial de la Salud la revista ‘‘Jano’’ (29 de marzo de 1975, núm. 170) hemos encontrado puntos destacados que merecen posterior análisis universalista.
Primeramente hace un estudio del ‘‘stress’’ que no s ni más ni menos –dice– que la intensidad con que vivimos cada momento de nuestra vida. Todos los seres vivos están constantemente bajo esa tensión a la que damos el nombre de ‘‘stress’’, es el desgaste a que está sometido nuestro organismo cada vez que un acontecimiento, agradable o desagradable, aumenta la intensidad de nuestro vivir. Para los efectos de ‘‘stress’’ un beso apasionado es equivalente a un golpe doloroso.
El estudio científico del stress puede ser de mucha utilidad para establecer un programa preciso de conducta que nos permita llevar una vida variada y satisfactoria, con oportunidades suficientes de autoexpresión y a cubierto de los efectos perjudiciales que acarrean las tensiones.
Es mucho lo que podemos hacer si vivimos sabiamente con arreglo a las leyes naturales. Podemos determinar, por tanteos sucesivos, nuestro ritmo de vida y el rumbo que más nos conviene seguir, teniendo en cuenta que la comodidad y la seguridad facilitan el disfrute de las cosas verdaderamente importantes de la vida, pero no constituyen por sí solas objetivos dignos de que les dediquemos nuestra existencia.
Cada uno de nosotros debe encontrar la manera de desfogar sus energías acumuladas sin entrar en conflicto con quienes nos rodean; así obtendremos, no sólo la paz del espíritu sino la benevolencia, el respeto y hasta el amor de nuestros semejantes que es el más exaltado prestigio a que puede aspirar el hombre.
Ya entrando en la materia que nos interesa, comienza por recordar la máxima ‘‘Amar al prójimo como a sí mismo’’, y continúa diciendo que la misma es una de las normas de conducta más antiguas de cuantas se han propuesto al hombre para darle seguridad y hacerlo agradable a los ojos de la divinidad. Estando como está nuestra filosofía basada en las leyes de la Naturaleza, no es extraño que muchos de sus elementos reaparezcan una y otra vez en el transcurso de los siglos, incorporados a las religiones y a las doctrinas políticas más diversas, aunque fundados, por lo general, mucho menos en la Ciencia que en el misticismo y en la fe ciega en autoridades infalibles.
Los pueblos en cuyas culturas aparecieron esos elementos no estaban unidos por vínculos de ningún género y muchos de ellos ni siquiera conocían la existencia de los otros. Sus credos sólo tenían una cosa en común: su condición de proposiciones aceptables para la inteligencia humana y concordes con la evolución de sus mecanismos funcionales, subyacentes en el cerebro.
Más adelante, llega a proponer la modernización de la máxima, dándole el siguiente enunciado: ‘‘Gánate el amor de tu prójimo’’, ésta a diferencia de la que predica el amor como una obligación, es compatible con la constitución natural del hombre y, aunque se basa en un criterio de egoísmo altruista, difícilmente podría ser tachada de inmoralidad.
Hans Seule nos propone una norma de conducta biológicamente acertada, y no sólo relacionada con todas las religiones y todas las filosofías, sino complementaria de cualquier credo religioso o filosófico; una norma capaz de dar fundamento científico a uno de los preceptos más arraigados y más universalmente aceptados de todas las religiones, el de la hermandad de los hombres, y a las proposiciones del comunismo ateo con su propósito declarado de exigir a cada cual según sus capacidades y darle según sus necesidades.
Las leyes de la Naturaleza que sirven de base a esta doctrina se aplicarían por igual a todos los hombres, sea cual sea la etiqueta de sus convicciones.
Contemplados desde lo alto de las leyes generales y eternas que gobiernan la Naturaleza, todos los hombres somos asombrosamente iguales. La Naturaleza es la fuente de todos nuestros problemas y el manantial de todas nuestras soluciones; cuanto más nos acerquemos a ella, mejor entenderemos que, a pesar de discrepancias de interpretación y de explicación, en apariencia irreconciliables, las leyes naturales han estado siempre vigentes y no caerán nunca en desuso. Es más que probable que el conocimiento de esta verdad nos convencerá de la hermandad fundamental, no ya de todos los hombres sino de todos los seres vivos.
Para evitar las tensiones inherentes a las situaciones de conflicto, de frustración y de odio, para ganar la paz y la seguridad, deberíamos tratar de conocer mejor la base natural de nuestra motivación y de nuestra conducta. Nadie quedará defraudado si en la vida de todos los días aprende a respetar la máxima salvadora: ‘‘Gánate el amor de tu prójimo’’.
JESUS Mª ARBOS CANO
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