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REVISTA DIGITAL PRODUCTOS KARMA

HEMEROTECA- Tomo I
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DICIEMBRE 1972 - Año I - Núm. 2

 

INFORME

QUE ES EL “KARMA”

 

–¿Qué es el “Karma”?
 Al formular esta pregunta a mis amigos de Occidente noté en ellos las más variadas reacciones.
Algunos estimaron que el Karma es la inflexible expresión del destino; otros que es una ley de causa y efecto a la cual estamos sometidos o bien algo “muy malo” o “diabólico”.
¿Qué es en realidad?
Etimológicamente la palabra Karma viene del verbo sánscrito “Kry” que significa “hacer, actuar”. Toda acción es, por consiguiente, Karma. Técnicamente la palabra indica también las consecuencias de la acción. En el sentido metafísico “puede” algunas veces indicar los efectos de los cuales han sido la causa nuestras acciones pasadas.
El lector impaciente se preguntará si no se puede dar una definición concreta, tajante, cartesiana, digamos “en dos palabras” del Karma. Pues no; no se puede, por el simple hecho que la esencia y la estructura misma del Karma no están confinadas en el mundo de las 3 dimensiones y de nuestros 5 sentidos al cual estamos acostumbrados.
Imaginémonos que el Karma sea como un cristal, del cual la esencia sea de orden trascendente, y las diferentes facetas sean reales o tangibles. Será más fácil para nosotros examinar algunas de las facetas por separado, a fin de lograr, a través de la suma de las propiedades concretas o últimas una visión o una percepción de la esencia interior.


Un primer aspecto del Karma es la ley de causa y efecto. Se ha interpretado como la equivalencia con el conocido principio de física “a cada acción corresponde una reacción, igual y contraria”. Pero, ante todo, ¿qué entendemos por “ley”?
Cuando observamos que un hecho es seguido por otro, o que ambos pueden producirse simultáneamente, albergamos la esperanza que esta sucesión o simultaneidad puede reproducirse otras veces. Si se nota que esto ocurre logramos establecer una relación, una interdependencia (o sea, una ley) entre los hechos.
Los antiguos constructores de la lógica sánscrita de la escuela “Nyâya” llamaban a esta correlación “Vyâpti”. No olvidemos que cuando nosotros dictamos “leyes universales” sólo tienen validez en la porción del universo limitado por nuestras facultades psíquicas y físicas; más allá, la esencia y la existencia no pueden estar sometidas a las leyes dictadas por nuestras facultades, puesto que la causalidad no se extiende más allá del mundo de nuestro espíritu.
Los filósofos sánscritos llamaban “Deshakâla-Nimitta” a esta porción nuestra del universo y los europeos, “conjunto o invariante de espacio-tiempo-causalidad”.
Volviendo a nuestro Karma, podemos establecer un ejemplo perfectamente banal de esta faceta.
Entrando en una tienda podemos adquirir, por ejemplo, un objeto contra el desembolso de una suma. Verdad es que se nos puede conceder crédito, pero de todos modos, más tarde o más temprano, tendremos que pagarlo. O sea, obtenemos algo desde afuera contra algo nuestro. También todo nuestro trabajo, nuestro esfuerzo cotidiano, va al encuentro del imperativo de ofrecer algo a cambio de lo que necesitamos. Este aspecto del Karma es puramente un aspecto “estático” (o sea, de efecto a efecto); ¿existen, pues, otros aspectos?
Otra faceta del cristal es el aspecto “dinámico” del Karma (o sea, de causa a efecto). Pero este aspecto es de la naturaleza misma del elemento motor del mundo de los efectos, o sea, que ya entramos en el mundo de las causas, en el mundo del espíritu.
Todos los movimientos que observamos en el mundo, todas las acciones del hombre en el seno de la sociedad, todas las obras que nos envuelven, solamente son efecto del juego del pensamiento y manifestaciones de la voluntad del hombre. Esta voluntad es el producto del carácter y el carácter deriva del Karma. A tal Karma, tal manifestación de la voluntad. Los hombres de gran potencia de voluntad que el mundo ha producido fueron todos unos grandes trabajadores, con alma de gigantes, con tal poder de voluntad que transformaron naciones y continentes, y hubieran podido levantar al mundo entero. Notamos que, en general, el hombre ha puesto el placer como finalidad de la vida, de su existencia. El placer se acabará pronto, y solamente entonces el hombre comprenderá que todos los males que afligen a la humanidad derivan del hecho que, estúpidamente, ha puesto el placer como meta final a su existencia. En realidad el dolor y el placer son los dos grandes del carácter. A medida que el dolor y el placer desfilan delante de su alma, imprimen varias experiencias, varias imágenes.



LA ESENCIA Y ESTRUCTURA DEL "KARMA" NO ESTAN CONFINADAS EN EL MUNDO DE LAS TRES DIMENSIONES Y LOS CINCO SENTIDOS


 

La resultante de la combinación energética de todos estos valores es el carácter del hombre. Si analizamos los caracteres más elevados, que habitaron este mundo, podremos constatar que el dolor ha sido un maestro mucho más importante que la felicidad; asimismo, la pobreza más que la riqueza; los choques dolorosos han sido mejores forjadores que los placeres. Podemos preguntarnos: ¿a dónde nos llevan estas consideraciones complementarias o colaterales del Karma? En realidad no tenemos que estimarlas básicas o fundamentales en el aspecto dinámico del Karma, porque ya vislumbramos que este aspecto dinámico del carácter es la acción, y la acción es el sentido de la actuación de un deber libremente impuesto y cumplido del trabajo desinteresado.
Hemos visto que el carácter es formado por las experiencias del espíritu. Si comparamos nuestro espíritu a las aguas de un estanque, cada ola, cada ínfima encrespadura de las aguas no muere completamente cuando la vemos desaparecer de nuestra vista. En realidad se propaga fuera de nuestro alcance visual y tiene la posibilidad de volver a reaparecer, por rebote, contra los bordes del estanque. Esta posibilidad de regreso ha sido definida por los filósofos orientales (hindúes, del Zen, del Tao) como un estado potencial o “tendencia inherente” y que en sánscrito se denomina “Samskâra”. Cualquier acto, cualquier movimiento, cada uno de nuestros pensamientos deja una huella de este tipo en nuestro espíritu. Lo que nosotros somos en realidad, en cualquier instante, es el resultado del total general de estas impresiones y esto precisamente es lo que asimilamos al “carácter”.
Analizando más profundamente la imagen de la ola y su rebote (ola de regreso), ya podemos descubrir por qué “actuando en beneficio de los demás nos beneficiamos a nosotros mismos” y por qué ayudando a los demás es en verdad a nosotros mismos que entregamos esta ayuda.
Mucho habría que decir sobre el aspecto dinámico del Karma; años enteros y enormes bibliotecas no serían suficientes a contener los problemas del espíritu; pero, nos preguntamos, ¿a qué tiende el Karma, y cuál es su fin y su último aspecto? Esta tercera fase, otra faceta de nuestro cristal, es simplemente la libertad, la liberación total y absoluta de toda contingencia del mundo de los efectos por haber suprimido las causas: es el No Karma.
El hombre, que por su actuación desinteresada ha logrado despertar y dominar el espíritu por el espíritu, y que se mueve con desenvoltura en este plano, ha sido ya liberado de toda esclavitud; ya ha roto los vínculos de causa a efecto por haberse adueñado del mundo de las causas.


Las contingencias materiales son solamente los accesorios, el escenario del cual él se siente el dueño. No sentirá ya ni calor ni frío, ni el peso de la materia; no tendrá ni hambre ni necesidad de alimentarse; no tendrá sed; sólo se sentirá sumamente, infinitamente agradecido al Sumo Hacedor por las maravillas que El ha puesto a su disposición. Nosotros, que todos los días protestamos contra el mundo  que “está mal hecho” nos encontramos aturdidos cuando un Ser superior nos declara tranquilamente que el mundo “es perfecto”, que “no hay que añadirle ni restarle nada”, que “es perfectamente funcional”. Por ello debemos comprender que este ser ha entrado en el mundo de las causas no como siervo, pero total y absolutamente como Señor. Este estado corresponde al “despertar” y, por ejemplo, en el Zen se llama “Satori”.
Hemos examinado algunas facetas de nuestro cristal, algunos de los aspectos dinámico, y, por último, el límite superior o el “paso” del Karma al No Karma. No hemos podido definir matemáticamente estos argumentos por falta de vocabulario adecuado del plan del espíritu. Desgraciadamente para nosotros, los seres que han logrado la liberación, o el estado de No Karma, no escriben; lo viven. Y mi ignorancia es grande.


 

CHANG-LI-YANG


 

Chang-Li-Yang es tailandés; desde hace unos años vive entre nosotros. Doctor ingeniero industrial, es persona muy querida en la Redacción. Nos ha prometido su colaboración asidua. Esta explicación del KARMA, de Oriente para Occidente es su primer contacto con los lectores.

 

 

 

 

 

 

 

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