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HEMEROTECA- Tomo II
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MARZO 1974 – Año III – Núm. 16

 

NUMEROLOGIA

LA NUMEROLOGIA MAGICA

 
 

SOBRE EL NUMERO SIETE

‘‘Son siete,
son siete,
en las profundidades del abismo
son siete’’

(De una fórmula caldea de encantamiento)

La idea del poder mágico, del carácter sagrado, de ciertos números, constituye una de las creencias más extendidas entre el género humano. Creencia que se inicia ya en la más remota antigüedad y que pervive incluso, en cierto modo, en nuestros días. Y dentro de esta ‘‘numerología mágica’’, el número SIETE es uno de los más importantes y sin duda alguna, el más difundido universalmente.


 

LAS MITICAS CIVILIZACIONES PERDIDAS:
LA ATLANTIDA, MU

Según el coronel James Churchward, que realizó interesantes estudios sobre estas civilizaciones míticas a finales del pasado siglo, el fabuloso continente de MU poseía siete ciudades. Y los historiadores mediterráneos que comentaron la obra de Platón que habla de la legendaria Atlántida, señalan la existencia de tres grandes islas (en el Atlántico) consagradas, respectivamente, a Júpiter, Neptuno y Plutón. Y de siete islas menores colocadas bajo la divina protección de Proserpina. Alusiones similares abundan en textos indios, entre ellos el famoso Mahabharata (la llamada ‘‘Biblia de la India’’), que narra también, de pasada, la historia de ‘‘siete grandes islas del mar de occidente’’, cuyo imperio tenía por capital la ciudad de las Tres Montañas. En un inciso, permítasenos señalar en esto la coexistencia del importantísimo número TRES, junto el número SIETE que nos ocupa.


 

LAS ANTIGUAS CIVILIZACIONES

Si nos remitimos a las antiquísimas civilizaciones mesopotámicas podemos observar que las torres llamadas ‘‘zigurats’’ (= ‘‘montaña cósmica’’) de Ur de Caldea, Uruk y Babilonia, tenían siete terrazas superpuestas, pintadas o compuestas con ladrillos vidriados de diferentes colores, representación de los ‘‘siete cielos planetarios’’. El sagrado número siete era repetido una y mil veces en invocaciones a las divinidades, así como en las fórmulas de encantamiento. Y el séptimo día de la semana, en la antigua Caldea, poseía ya un carácter sagrado. En este día, el rey, representante del dios Ea, se hallaba abrumado por diversos tabús. Y para todo el pueblo estaba prohibido, en ese día sagrado, comer carne, cambiarse de ropa, viajar en carro o administrar justicia. De modo que en este día de la semana, en que cualquier acción estaba fatalmente condenada al fracaso, el reposo total llegó a ser obligatorio. Y este carácter sacro, de descanso religioso, del ‘‘séptimo día’’ se transmitió a los hebreos y constituyó en adelante para el ‘‘pueblo elegido’’ la festividad religiosa del ‘‘Sabbat’’. Más adelante veremos la enorme importancia cabalística del número siete en la Biblia.


 

EL EGIPTO FARAONICO

Poco sabemos de la importancia mayor o menor que este número pudiera haber tenido en el país del Nilo. Salvo, por ejemplo, que entre los miseriosos rituales iniciáticos que tenían lugar en sus templos, eran de rigor ‘‘siete pruebas determinadas’’. Y al parecer eran raros los neófitos que conseguían superarlas todas.


 

LA MILENARIA CHINA

Entre las creencias chinas, el genio maligno era conocido con el sobrenombre de el ‘‘Zorro de las siete colas’’. Y cuando se referían a la cordialidad de sus sabios y de sus santos, a su ‘‘corazón abierto’’ y magnánimo, decían que ellos que ‘‘tenían siete agujeros en el corazón’’. Cuando querían expresar una gran cantidad empleaban la frase ‘‘siete veces siete’’.Y tenían ‘‘siete espíritus animales’’, ‘‘siete hadas de los siete colores’’, etc. La noche más importante era ‘‘la séptima noche’’ y el día siete del séptimo mes se celebraran en toda China grandes fiestas populares. Así como el más preciado amuleto era la ‘‘flor de loto de los siete pétalos’’.


 

LA ANTIGÜEDAD GRECORROMANA

En la antigua Grecia, las siete estrellas de las Pléyades fueron veneradas desde tiempos muy remotos. Los helenos les dieron los nombres de las siete hijas de Atlas, que se suicidaron y fueron convertidas en estrellas. Los sabios griegos decían que Zarathustra guardó silencio durante siete años seguidos. Y el Avestra conserva el recuerdo de sus meditaciones en una cueva. Tenemos también en la mitología griega a los Cabiros, que eran siete genios bienhechores, de origen fenicio, que representaban a los siete planetas. Se les atribuía la invención de la metalurgia. Y se les tributaba culto, especialmente en Lemmos y Samotracia. Tenemos por otra parte la gesta mítica de los siete héroes que marcharon contra Tebas para arrojar de aquella ciudad al usurpador Eteocles. En los siglos vii a vi a. de J.C. fueron famosos los ‘‘Siete Sabios de Grecia’’. Denominación interesante porque aplica el número sagrado a un grupo de estadistas y legisladores griegos, al mismo tiempo insignes matemáticos, físicos, geómetras y pensadores, que en realidad fueron más de siete. En el mundo antiguo tenemos también las célebres ‘‘Siete Maravillas del Mundo’’: las Pirámides de Egipto, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Diana en Efeso, el Zeus de Fidias, el Mausoleo de Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría.
En la arquitectura romana, palacios como la ‘‘Domus Aurea’’ de Nerón o el ‘‘Septizonium’’ de Palatino, poseían hermosas cúpulas decoradas con los símbolos de los siete planetas conocidos en la antigüedad. ¿Acaso la propia Roma no se asentó sobre siete colinas? Tanto el número siete como el ritmo septenario tenían gran importancia en el mundo grecorromano. Así, entre los pitagóricos, el siete era ‘‘el número de las líneas en sus diversas formas’’, como decían en su estilo esotérico. Y consideraban a este número como ‘‘vehículo de la vida humana’’, por cuanto había siete días en un ciclo o semana, siete planetas, siete metales y eran siete las edades del hombre.


 

BUDISMO, MITRAISMO, TANTRISMO

Buda, en cuanto nace, da ‘‘siete pasos’’ o ‘‘siete saltos’’ en dirección Norte y alcanza el Polo. Y exclama: ‘‘Soy yo quien está en el extremo del mundo, soy yo quien es el primogénito del mundo’’. Y estos ‘‘siete pasos’’ llevan al Boddhisatva a la cima del mundo cósmico. Cima del mundo que alcanza atravesando los ‘‘siete cielos planetarios’’. Por otra parte, el monumento conocido como ‘‘prasada de siete pisos’’ simboliza el mundo culminado al Norte cósmico. Desde su cima se toca la ‘‘Tierra Suprema de Buda’’. Este mito de la natividad de Buda viene a expresar, del modo más preciso, que Buda en cuanto nace, trasciende el Cosmos y anula el espacio y el tiempo. Y se convierte en ‘‘el más alto y el más viejo del mundo’’. Así en el Tibet, por ejemplo, son siete los ‘‘emblemas’’ de Buda. Esta concepción del universo como formado por ‘‘siete pisos superpuestos’’, como ‘‘siete cielos planetarios’’ (que hemos indicado era ya utilizada en Mesopotamia), viene reflejada igualmente en los ritos chamánicos siberianos, en los que el ‘‘chamán’’ o ‘‘brujo’’ de la tribu debe subir místicamente de ‘‘siete cortes’’ practicados en el álamo blanco ceremonial. Lo mismo que el iniciado en los misterios de Mitra debía subir los ‘‘siete escalones’’ de la ritual escalera sagrada. O los neófitos egipcios eran sometidos a las ‘‘siete pruebas’’ rituales que ya hemos mencionado. Y esta ‘‘travesía de los siete cielos’’ tenía por objeto el que el iniciado se purificara de las influencias de los ‘‘siete planetas tutelares’’ y pudiera elevarse hasta el Empíreo. En el mitraísmo, según transcribe Evoca, ‘‘el alma, para liberarse, tiene que atravesar siete esferas’’. Pero, como sabemos, esta ‘‘cima cósmica’’, este ‘‘Polo Norte místico’’ está constituido por una gran variedad de símbolos (Templo, Ciudad Real, Arbol Sagrado, Arbol del Sacrificio, Arbol Cósmico, Poste del Sacrificio, ‘‘Axis Mundi’’, Norte Cósmico, Empíreo, Estrella Polar, etc.) todos referidos al arquetipo del ‘‘Centro del Mundo’’.
En el Tibet, las antiquísimas creencias religiosas indican que el alma del difunto permanece durante cuarenta y nueve días (‘‘siete veces siete’’) en un estado intermedio entre este mundo y el más allá, antes de reencarnarse en un nuevo cuerpo. Por otra parte, tenemos que en el ‘‘Iaya-yoga’’, que pertenece a los métodos tántricos, en el microcosmo humano aparecen siete ‘‘shakras’’ (o ‘‘chakras’’) , a modo de ‘‘centros de fuerza’’, en el cuerpo del hombre.


 

LA INDIA MISTERIOSA

Ya en el Zend-Avesta se menciona el valle del Indo, llamándole ‘‘la región de los siete ríos’’. Y en la mitología hindú, Suria, dios del Sol y rey de los astros, es sentado en un carro del que tiran ‘‘siete caballos verdes’’ y desde el cual dirige el movimiento de los astros, planetas, estaciones y meses, que giran armónicamente en torno suyo.
Señalemos que en la India hay un ‘‘Valle de las Siete Muertes’’, cuya ubicación mantienen secreta las autoridades de Nueva Delhi. Un aventurero del siglo pasado, llamado Graham Dickford penetró en este valle junto con otros tipos de su ralea. Regresó al cabo de cierto tiempo, como único superviviente de la fatídica expedición. Y murió poco después tras relatar una historia alucinante. Posteriormente, expediciones que penetraron en el terrible valle en 1906 y en 1911, tuvieron igualmente un fatal desenlace.


 

OTROS PUEBLOS

Entre los ‘‘karens’’ de Birmania existe la creencia en que el hombre posee ‘‘siete almas’’. Los malayos creen que Dios creó las ‘‘siete esferas’’ del cielo y de la Tierra en el ‘‘séptimo día de la semana’’. Entre los indios norteamericanos, las tribus de los Chiwere y las de los Dheriga tenían siempre ‘‘siete clanes’’. Los Dakota se organizaban también en siete subtribus. Y para los Sioux también era típico el número siete. Los ‘‘tátaros abakan’’ creían que en el centro de la Tierra existía un Gran Arbol Sagrado, que era un abedul gigantesco con siete ramas. Y en los cantos de los chamanes ‘‘ostiakos vasjugan’’, el Arbol Cósmico tiene, como el cielo, siete peldaños y sus raíces se hunden en los infiernos.


 

LA BIBLIA Y EL CRISTIANISMO

Son sorprendentemente numerosas las veces que aparece el número siete en las Sagradas Escrituras. Así, ya en el Génesis se dice que Yahvé creó el mundo en siete días. Después, tras el  asesinato de Abel, el Señor pronuncia una enigmática sentencia: ‘‘Quien quiera que mató a Caín será castigado siete veces, pues Caín será vengado siete veces y Lamek lo será setenta y siete, y los días de Lamek fueron 777 años. Más adelante, las instrucciones de Yahvé el patriarca Noé especificaron: ‘‘De todos los animales puros cogerás 7 parejas’’…, etc. Y en el relato del famoso Diluvio Universal; a los siete días las aguas del diluvio irrumpieron sobre la tierra, etc. Después Noé espera siete días y envía una paloma para comprobar si han decrecido las aguas. Más adelante, en el día 17 del ‘‘mes séptimo’’ descansó el arca sobre los montes de Ararat. Esperó Noé siete días y volvió a enviar la paloma. Cuando Abraham pacta con Abimelek, aparta siete corderas de su rebaño. Luego Jacob se compromete a servir durante siete años a cambio de Raquel. Y posteriormente, Laban persigue a Jacob por espacio de 7 jornadas. Como es bien sabido, el número siete es básico en la interpretación por José de los famosos sueños del Faraón, con las siete vacas flacas, las siete vacas gordas, etcéteras. Y el mismo José, a la muerte de su padre, establece siete días de luto. El séptimo día de la semana estaba dedicado al descanso, para glorificar al Señor. Y ya hemos visto el origen caldeo de este descanso. La ordenación del templo de Salomón, arquitecturalmente, se basaba en el número siete. Incluso sus accesorios: las siete lámparas y los siete candeleros de oro. Y hasta el famoso candelabro judío tradicional era, como es bien sabido, se siete brazos. Elías, en el monte Carmelo, envía a su criado a buscar agua siete veces. La toma de Jericó requirió rodear sus murallas siete veces. Elisha mandó a Naamán a lavarse siete veces en el río Jordán. Y ya en el Nuevo Testamento, Jesús dice que hay que perdonar no siete veces, sino ‘‘setenta veces siete’’. En el Apocalipsis aparecen las siete cartas dictadas a las siete Iglesias de Asia. Y también el libro de los siete sellos, el ciclo de las siete trompetas, el ciclo de las siete señales, el ciclo de las siete copas. Los hebreos llamaban al 7 el ‘‘número del juramento’’ y les inspiraba un gran respeto. Era para ellos el más estimado de los números y poseía una significación divina. Entre las leyendas piadosas de los primitivos cristianos se halla la de ‘‘los Siete durmientes de Efeso’’. Que alude a siete mártires cristianos emparedados vivos en el s. iii y que, sumidos en éxtasis, vivieron durante dos siglos. En el catolicismo naturalmente desaparecen todos estos aspectos numerológicos. Sin embargo, aún tenemos los ‘‘siete pecados capitales’’ a los que se contraponen ‘‘siete virtudes’’.


 

EL ISLAM

Entre los musulmanes, el número siete es fundamental. Para ellos hay siete cielos superpuestos, siete tierras y siete mares. El infierno está dividido en siete compartimentos, con siete puertas. Hay en su culto siete noches santas y dan ritualmente siete vueltas en torno a la Caaba, en la Meca. En algunas solemnidades comen ‘‘siete legumbres’’. Tienen siete días nefastos al año. En las hogueras del Anzara, donde se queman siete plantas diferentes, hay que saltar por encima del fuego siete veces. Creen que el ser humano está formado por siete sustancias y que son siete los alimentos principales. Para orar hacen siete genuflexiones sobre siete apoyos. Y durante la peregrinación a la Meca, al pasar por el valle de la Mina, tiran siete piedras al diablo. En las oraciones, la ‘‘fatiha’’ consta de siete versículos. Se prohíbe el matrimonio entre siete grados de parentesco. Y de las herencias se hacen siete partes. La noche santa ‘‘Lilat at-Kadr’’ se halla entre siete noches. En las bodas se emplean siete días. Se colocan a la desposada siete mechas de candil y un pequeño vellón de lana untado de ‘‘henne’’ siete veces con un huevo y otras siete con una llave. Se utilizan candelabros de siete brazos en la ceremonia. Y si un musulmán se casa con una doncella, pasa con ella siete noches. Las chirimías tocan siete alboradas. Y el séptimo día la ‘‘ualuala’’ ofrece a la novia un pescado, como presente.


 

LOS CATAROS

En la mitología occitana, en el área del actual mediodía francés, cuenta la leyenda que ‘‘en verano, en la noche de San Juan, a las doce, salen de la tierra siete bueyes de oro que no vuelven a ella hasta que amanece’’. En 1323, siete trovadores de Toulouse se reúnen en Saint-Martial y fundan la ‘‘Compañía dels Mantenedors dou Gay Saber’’. Siete años después de la muerte de Clemencia Isaura, noble y misteriosa dama tolosana que protegió los ‘‘Juegos Florales’’ del País de Oc, sus restos fueron llevados a la iglesia de la Daurade. En el antiguo canto popular conocido como ‘‘la Oración de San Anselmo’’, Jesús discute con los ‘‘siete felibres de la Ley’’, es decir, con los siete doctores sabios, para designar a un poeta o escritor de la ‘‘lengua d’oc’’ de mediados del s. xix. En 1854, siete poetas provenzales fundaron, cerca de Aviñón, una ‘‘asociación felibrista’’. Según las doctrinas cátaras, de origen maniqueo, la humanidad conoce una renovación del espíritu ‘‘cada siete siglos’’. Así, los trovadores cátaros, tras la caída de Motségur, cantaban este verso de cariz profético: ‘‘Al cabo de setecientos años reverdeció el laurel’’. Y transcurridos siete siglos, una secta política nazi invocaría secretamente su nombre para rodearse de una prestigiosa aureola espiritual.


 

MAGIA, ALQUIMIA, SABIDURIA

Se creía antiguamente que el séptimo hijo de una familia solía estar naturalmente dotado para curar las enfermedades. En Yorkshire y en algunos lugares del País de Gales, el séptimo hijo de un padre que, a su vez, fuera también hijo séptimo, era considerado un médico innato, poseedor de un conocimiento intuitivo para curar las enfermedades.
En las ceremonias mágicas que los especialistas denominan ‘‘ritos de transferencia’’ hay un ejemplo clásico (en el ‘‘Levítico’’, xiv) con un ritual prescrito para que la lepra pase, o sea transferida, del enfermo a un pájaro. Y una de las operaciones incluye siete aspersiones sobre el hombre que debe ser purificado del terrible mal.
En el ámbito de la llamada ‘‘magia mimética’’, Arnau de Vilanova (1235-1311), el célebre médico-alquimista catalán, en una de sus recetas para preparar una poción capaz de hacer caer el cabello de una mujer, habló de la ‘‘masa lunar’’ como uno de los ingredientes necesarios. Y esta extraña sustancia debía ser amasada con el agua de siete fuentes, en una artesa nueva que hubiera reflejado la luna en un cementerio.
En la ciencia de Hermes, o Alquimia, el número siete es muy importante: se habla de siete metales en correlación con siete planetas. Hay un proceso que comprende siete fases y recibe el nombre de ‘‘Gran Semana’’. Se habla de los ‘‘siete reinos’’ o ‘‘regímenes de Filaleteo’’. Hay ocasión, en el transcurso de la gran obra, en que ‘‘el águila debe volar siete veces’’, es decir, que deben realizarse siete volatilizaciones o sublimaciones, etc.
Y en la llamada ‘‘Alquimia Mística’’, en un texto hermético redactado en lengua siria y que se refiere a la visión sublime y completa que puede alcanzar el hombre, al intuir y contemplar las realidades inmutables contenidas en el espíritu, se habla de un misterioso espejo, en el centro de un templo y bajo siete puertas que simbolizan los ‘‘siete cielos planetarios’’.
No olvidemos, por otra parte, que los constructores de las catedrales góticas en el medioevo, trazaban casi siempre el ábside basándose en la estrella de siete puntas y obtenían una serie de relaciones armónicas, que utilizaban luego en el resto de la ‘‘traza’’. Y que en el siglo xiii el rey Alfonso X, llamado ‘‘El Sabio’’, hizo compilar una serie de leyes en una colección que tenía siete partes y que llamó ‘‘Las Siete Partidas’’. Y ya en el Renacimiento, los estudios que se englobaron con el hombre de ‘‘Humanidades’’ comprendían las llamadas en la antigüedad ‘‘Siete Artes Liberales’’: latín, griego, historia antigua, filosofía, lógica, ética y literatura clásica.


 

CICLOS NATURALES

Parece darse en ocasiones un ciclo natural de siete años. Así, desde la antigüedad, los médicos han venido confiriendo gran importancia al periodo de siete años en la vida. Y parece que existe un ciclo septenario en la aparición de algunas enfermedades. Por ejemplo, la glosopedia, por lo visto, acostumbra a presentarse con una mayor virulencia cada siete años.
Entre las principales plagas de hambre que recuerda la humanidad, ha habido dos relacionadas extrañamente con el número siete:

  1. Los 7 años de terrible escasez en Egipto y Palestina, en 1078 a. de J. C.
  2. La espantosa escasez que se inicia en 1064 y que dura también siete años, en Egipto. Fue debido a que no se produjeron las anuales inundaciones del Nilo. Se llegó, según relatan las crónicas, a la antropofagia.

No olvidemos, a este respecto, las siete vacas gordas y las siete flacas. Así como las siete espigas flacas y las siete granadas del relato bíblico de José, en su interpretación de los enigmáticos sueños del Faraón. Podría ser que aquellos periodos de siete años de abundancia, seguidos de otros tantos de terrible escasez fueran debidos al mismo ciclo natural de descenso anormal en las crecidas del Nilo que, al parecer, ocasionaron las terribles épocas de hambre reseñadas.


TOPONIMIA

Ya hemos señalado que la antigua India, o Punjab, era conocida como el ‘‘País de los Siete Ríos’’. Y en laprovincia de Madrás, la ciudad de Mahabalipuram se llamaba antiguamente ‘‘Siete Pagodas’’. En Africa tenemos la cordillera llamada de ‘‘Las Siete Montañas’’, en la Guinea continental. En la que curiosamente, hay también una sierra de ‘‘Mitra’’. Y ya hemos visto la importancia del número sagrado en esta religión.
En Alemania, a orillas del Rin, cerca de Bonn, hay una escarpada altura llamada ‘‘Drachenfels’’ o ‘‘Peñasco del Dragón’’; conocida también por ‘‘Siebengebirze’’ o ‘‘Las Siete Montañas’’. Según la tradición, allí tenía su guarida el terrible dragón muerto por el héroe Sigfrido. Como vemos, se juntan aquí una serie de símbolos herméticos tradicionales: el río, la gruta-guarida, el dragón, el héroe, el combate entre ambos, la montaña y, naturalmente, ‘‘el número siete’’.
En España tenemos el macizo de los ‘‘Siete Picos’’, en la sierra de Guadarrama. Así como el pueblo de ‘‘Siete Aguas’’ en Valencia y el de ‘‘Siete Iglesias de Trabancos’’, en Valladolid.


 

GUERRAS

Ya hemos mencionado la guerra de ‘‘los siete contra Tebas’’ en la Grecia antigua. Y podemos señalar también la ‘‘batalla de los Siete Condes’’, librada en la villa conquense de Uclés en 1108, en la que los almorávides derrotaron a los castellanos. Así como la llamada ‘‘Guerra de los Siete Años’’, que se desarrolló entre 1756 y 1763 en Europa y colonias, y enfrentó a Prusia e Inglaterra contra Austria, Francia, Rusia, España y Suecia. En relación con esta ‘‘Guerra de los Siete Años’’ es curioso señalar un medallón, conmemorativo de la alianza franco-austriaca, diseñado por F. Boucher, que presenta varios interesantes elementos de simbología hermética. Claro que dos de estos elementos son completamente lógicos, o naturales en este caso, puesto que se trata de las tres ‘‘flores de lis’’ y del ‘‘águila bicéfala’’, que aparecen en los blasones respectivos de los dos países. Pero a esto hay que añadir que en el centro de las figuras aparece un altar a modo de columna cilíndrica truncada, con el fuego y rodeada por el ‘‘ouróboro’’ o ‘‘serpiente que se muerte la cola’’.


 

EN NUESTRO TIEMPO

En el Canadá hubo un importante grupo de pintores, que renovaron la estética paisajística de la época, a finales del pasado siglo y principios del presente, y que tenía por nombre ‘‘Los Siete’’.
Stefan George (1868-1933), el más grande poeta alemán contemporáneo, a quien Hitler ofreció en 1933 la presidencia de la Academia Alemana, en su obra ‘‘El Séptimo Anillo’’ (1907) rechaza con violencia el mundo de hoy e invoca con todas sus fuerzas el cataclismo que aniquilará la creación perversa. La obra se compone de siete libros, dispuestos en círculo simbólico, en torno a un libro central, ‘‘Maximin’’, que lleva el nombre de su protagonista-superhombre. El propio Führer de la Alemania nazi, en 1944, en la conmemoración del séptimo centenario de la hoguera de Montségur, en la que perecieron tantos mártires cátaros, afirmaba que la humanidad conocía cada 700 años una renovación del espíritu. Lo que concuerda con las teorías y doctrinas esotéricas de los albigenses, ya aludidas anteriormente y de las que teóricos y jerarcas nazis debían estar bien imbuidos. Hay que notar también, que años atrás, cuando Hitler aceptó la invitación de Antón Drexler, fundador del partido obrero alemán, e ingresó en el recién fundado DAP (más tarde NSDAP), lo hizo ex profeso como ‘‘miembro número siete’’, tomando cuidadosamente para su carnet de afiliado, el ‘‘número sagrado’’. Actualmente hay, desde luego, numerosas personas que tienen un gran respeto por el número siete. Lo mismo que sienten pavor hacia el fatídico trece. Aunque ya todo ello ha perdido el carácter religioso, mágico y sagrado, que ha poseído en la antigüedad. Y ha quedado reducido a mera superstición, además a nivel banal, intrascendente.
Sin embargo, hay aún aspectos curiosos, interesantes, que reflejan el atractivo que sigue ejerciendo el célebre número, probablemente a nivel subconsciente y con cierto atractivo incluso fonético. Así, por ejemplo, en lo que respecta a títulos de obras dramáticas. Ya en la antigua Grecia, Esquilo tituló ‘‘Los Siete contra Tebas’’ una tragedia que escribió inspirándose en la mencionada gesta de los siete héroes de la mitología que marcharon sobre Tebas para arrojar de aquella ciudad al tirano Eteocles, que había arrebatado el trono a su hermano Polinice. Después Séneca escribió ‘‘Los Siete Libros de los Beneficios’’. Y modernamente se repite el número siete en títulos de la literatura, como ‘‘Las siete lámparas de la Arquitectura’’, de John Ruskin; ‘‘Las siete mujeres de Barba-Azul’’, de Anatole France; ‘‘Los siete ahorcados’’, de L. Andreyev; ‘‘Las siete columnas’’, de W. Fernández Flórez, etc. Y en el cine tenemos unas cuantas películas que llevan el célebre número en su título: la serie del famoso ‘‘agente 007’’, ‘‘El séptimo sello’’, ‘‘Los siete samurais’’, ‘‘Los siete magníficos’’, ‘‘Siete años de desgracia’’, ‘‘Los siete pecados capitales’’, ‘‘Siete días de mayo’’, ‘‘Siete novias para siete hermanos’’, etc.
Anotemos para terminar, un hecho curioso de nuestros días: un abogado francés ha deducido ciertas leyes estadísticas, basándose en el estudio de 300 expedientes de divorcio. Estableciendo un gráfico, en función de la duración de cada matrimonio, ha comprobado que aparecen claramente dos máximos de separaciones, una crisis hacia los tres años de matrimonio y otra, más importante, hacia los siete años, que él califica como de ‘‘estallido’’.


 

E. MICHELENA

 

 

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