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HEMEROTECA- Tomo I
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DICIEMBRE 1973 – Año II – Núm. 13

 

ORIENTALISMO

TRAS LAS HUELLAS DE LA MISTICA ORIENTAL

 
LOS MANDALAS


Hemos visto en el artículo precedente sobre “mantra”, el esfuerzo que el hombre debe hacer para vencer las barreras, que su propia constitución opone a la búsqueda de los estados trascendentales anímicos.


Esta batalla se desarrolla en dos frentes:
1.º La fijación de las fuerzas incoherentes del cuerpo.
2.º La fijación de las fuerzas espirituales que tienden a fragmentarse.


Es aquí donde se efectúa el vacío mental teniendo como base y elemento motor el “mantra”.
Para los místicos orientales el nº 1 está resuelto con la oración y el n.º 2 con la meditación. Al buscar la comparación con el Occidente, observamos la identidad de métodos y finalidad de las escuelas místicas europeas.
Será útil notar, de paso, que estamos hablando de una única batalla que tiene lugar en dos frentes: en realidad los sistemas filosóficos contemplan una sola batalla (y esto satisface al deseo implícito de “unidad”) sin perderse en el laberinto de los varios frentes.
Es solamente por razones “prácticas” que se libra la batalla en dos (o más) frentes para vencer por separado los varios obstáculos que se presentan –los místicos–, de Oriente y de Occidente; saben, por los resultados adquiridos, cuál es el grado de desarrollo que han alcanzado y cuáles son los obstáculos a vencer con un mayor grado de exactitud.
Hemos dicho también que las soluciones que presentamos son valederas sólo para místicos, porque si, por ejemplo observamos cómo las técnicas “vudú” afrontan y resuelven los dos frentes de batalla, notaremos que los procedimientos son diferentes.
Queda, de toda manera, un lazo sutil entre las dos técnicas, que es: “la sincronización de la estructura humana con una técnica vibratoria acústica”.
Los místicos lo realizan por medio de “mantra”, en una inmovilidad absoluta y los “vudú”, por ejemplo, lo realizan por medio de movimientos rítmicos dictados por tambores.
Observaremos que, para lograr el objetivo n.º 1 hay muchas técnicas; pero ¿qué ocurre cuando en el objetivo n.º 2 no se logra la victoria, y que no se pueden derrumbar los obstáculos que se presentan?
Los místicos hablan caro: “es que las fuerzas espirituales se fragmentan, se dispersan y vuelven a su cauce”.
La imagen oriental de este fenómeno es la de un chorro de agua de una fuente, que se dirige hacia el cielo con fuerza, gradualmente se abre en abanico y por fin recae al suelo bajo forma de una miríada de gotitas.
Muchos, llegados a este punto, frente a la inutilidad de sus esfuerzos, han abandonado la lucha juzgando imposible de salir victoriosos a estas alturas.
¿Qué nos propone la tradición oriental como solución de este problema? Simplemente el “Mandala” (en tibetano “Khilkor”).
En vista de presentar convenientemente al lector el concepto de “Mandala”, es preferible deducirlo de las definiciones que surgieron en el encuentro de un sabio de Occidente con un lama abad de un monasterio tibetano.
Siguiendo los conceptos occidentales de que toda ciencia extraoficial debe ser rechazada, elegiremos al Dr. C. G. Jung, famoso catedrático y hombre de gran integridad profesional, para relatar el histórico encuentro con sus propias palabras:
“En el 1938 tuve ocasión de hablar en el monasterio de Bhutia Butsy con un “rimpotche” lamaísta llamado Lingdam Gomchen sobre el “Mandala” (“Khilkor”). Me lo explicó como un “Mog-Pa”, esto es, como una imagen mental (imago mentales) que sólo puede ser construida por un lama ilustrado.
El verdadero “Mandala” es siempre una imagen interior que se construye paulatinamente mediante la imaginación activa y cuando sobreviene una perturbación de equilibrio psíquico o cuando “no se puede encontrar un pensamiento y se le busca porque no está contenido en la doctrina sagrada”.
Siempre se trata de un sistema cuaternario, de una “cuadratura circuli”, cuyos contenidos provienen en todo caso de la doctrina lamaísta.
Existen textos como el “Schi-Chakra Sambhara-Tantra”, que contienen indicaciones acerca de la elaboración de la “imagen mental”.
Para mí no existe ninguna duda de que en Oriente estos símbolos tuvieron sus orígenes en sueños y visiones y que no fueron inventados por algún sacerdote de la escuela Mahayana. Por el contrario, pertenece a los más antiguos símbolos religiosos de la humanidad, que ya se encuentran en el período paleolítico (téngase en cuenta los dibujos hechos sobre rocas en Rodas).
Es esencial conocer la alta valoración del símbolo, pues la importancia que se le asigna concuerda con el significado central de los símbolos de los “mandalas” individuales, a los cuales le son propias estas cualidades de naturaleza, por así decirlo; Metafísica, pues si no nos engañan todas las señales, esas cualidades significan: “UN CENTRO PSIQUICO DE LA PERSONALIDAD QUE NO ES IDENTICO AL YO”.
Más adelante el Dr. C. G. Jung presiente la dificultad de introducir conceptos metafísicos “mágicos” en la basta racionalidad con la cual en Occidente se trataban los problemas del espíritu y adelanta al lector su manera de operar.
“Durante veinte años observé estos procesos y estas figuras en un material empírico relativamente abundante. Durante catorce años me abstuve de escribir y hablar públicamente sobre estas cosas, para no introducir prejuicios en mis observaciones”.
El capítulo de premisas sobre las enseñanzas del “Mandala” concluye con el anuncio del capítulo siguiente sobre la formación de varios “mandalas” como proyecciones psíquicas, material recogido de varias observaciones prácticas en sus clientes.
Pero la premonición de cuáles amargas dificultades surgirán, en los debates de sus colegas, el examen práctico sobre la importancia de los “mandalas”, le dictan unas frases de singular dureza y casi de autodefensa preventiva:
“Los resultados que presento son autoobservaciones puras, concienzudas y exactas, de un hombre de intelecto imperturbable, a quien nada se le sugirió y que, por lo demás, no hubiera dejado que se le sugiriera nada. Los verdaderos conocedores de los materiales psíquicos reconocerán por eso con dificultad la autenticidad y el carácter inmediato de los resultados”. C.G. Jung “Psicología y Alquimia” Cap. III – El simbolismo de los “Mandalas”.
Esta presentación occidental de los “mandalas” era necesaria, en nuestra opinión, para indicar al lector que las realidades de los estados anímicos trascendentales parecen revestirse de atributos fantásticos (o de fantasía), y eso no impide unos contactos superiores bien reales.
No hace al caso, ahora, el explicar de qué manera se escriben los resultados obtenidos, cómo se solucionan, se archivan (“se deshilan” dirán los alquimistas), los contactos reales superiores en el largo sendero de la búsqueda de vivir los estados trascendentales del ser humano.
Desde el punto de vista oriental, el coloquio C. G. Jung con el lama Lingdam Gomchen se resume en una pregunta y una contestación:
–Cuando no se logra fijar la mente, ¿qué hacéis vosotros?
–Es muy simple; proyectamos “Mandala” y nos agarramos a él como con la mente como a una balsa salvavidas.
El sabio de Occidente llega en pleno siglo xx, por su incansable trabajo, al mismo resultado de Oriente, salvo que estas técnicas han sido empleadas ininterrumpidamente desde varios millares de años antes de Cristo.
¡Que inmenso desgaste de tiempo y valores humanos!
¿Será más abierto el diálogo en el porvenir? Lo esperamos, pero de todas formas, es mejor no pararnos en recriminaciones que sólo son negativas; vamos a sacar una conclusión: Si fijamos el cuerpo y la mente en objetivos (digamos) de diversión, ¿son los contactos superiores, que podemos obtener, fuera del alcance de la mente? ¿Son supramentales las experiencias obtenidas?
Para los orientales la contestación es un sí rotundo; todos los esfuerzos de sus técnicas van al encuentro de la eliminación de la molesta presencia de la mente, para obtener las experiencias trascendentes.
Pero, ¡mucho cuidado! Cuando un occidental y un oriental hablan de la mente, no se refieren al mismo concepto., el occidental tiende a incorporar todas las funciones trascendentes en la mente, por el contrario, el oriental ha tenido que separar y clasificar todas las actividades del hombre en un sistema diferente, sobre todo por razones prácticas de trabajo. Asistimos así en Oriente y en todas las tradiciones antiguas de Occidente, a una perfecta distinción del trinomio: CUERPO-ALMA-ESPIRITU.
Por el contrario, desde un tiempo a esta parte, en Occidente se adopta el binomio: cuerpo-alma, creándose una confusión entre alma y espíritu.
Las más recientes corrientes de estudios, sobre estos problemas, declaran que el alma humana es solamente la mente.
Seamos prácticos, expresemos estas funciones como simples identidades y obtendremos:
1.º) Cuerpo + Alma Espíritu = Cuerpo + Alma.
2.º Siendo el Alma = Mente; Cuerpo + Alma = Cuerpo + Mente.
Aquí ni los místicos de Oriente ni los de Occidente están de acuerdo con esta afirmación. Nuestras opiniones teóricas personales no son de interés para el lector, pero sí pueden serlo los resultados prácticos.
Añadiremos que, personalmente, hemos adoptado el viejo proverbio de la sabiduría oriental, que así afirma: “El valor de un maestro no se justifica por los resultados que él ha conseguido, sólo se mide por los resultados de sus alumnos”.
Mis amigos de Occidente, cuando logran la fijación de la mente (mediante técnicas oportunas), obtienen unos contactos superiores, que no pueden ser trasladados en nuestros conceptos racionales, o sea unas experiencias supramentales.
Cuando estudiamos las visiones (y los sueños), objeto del análisis de la psicología de las profundidades de Freud o de Jung, observamos que nos dirigimos a un mundo en el cual las formas resisten las esencias; es, por tanto, mediante el análisis de las firmas que buscamos la interpretación de las esencias. Por ejemplo: Cuando surgen las imágenes de una puerta, de una ventana y de una escalera, son verdaderamente imágenes fotográficas de una puerta, de una ventana y de una escalera (lo mismo si sus formas son fantásticas).
No es así para los contactos supramentales; en este caso, la visión está condicionada a la percepción de la esencia de la puerta, ventana o escalera.
Es aquí donde la experiencia se vuelve interesante:
Si el contacto con las esencias provoca la participación de la conciencia del estudiante, no aparecen las formas, (los orientales las llaman “las formas pleonasmos”); si, por el contrario, la participación del estudiante es de un grado inferior, las esencias se revisten de formas y se obtiene así una visión.
Mis amigos de Occidente saben perfectamente distinguir una experiencia anímica de una mental o de un sueño, ya han tenido experiencias de los varios niveles activos de la constitución humana, mediante oportunos trabajos de separación de niveles y de operaciones simultáneas de los mismos.
Es aquí donde empieza la gran aventura del alma humana proyectada hacia el infinito.


 

CHANG-LI-YANG

 


 


 

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