HEMEROTECA- Tomo I |
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MAYO 1973 – Año II – Núm. 7 |
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HERMETISMO |
EL ENIGMA DE LAS PLANTAS MAGICAS (I) |
En nuestro largo deambular por los terrenos del ocultismo llegamos un día, no importa cuál, por motivos relacionados con el arte de los filósofos, ante las puertas del reino vegetal, atraídos como siempre por la búsqueda de lo paranormal o lo extraordinario; habíamos releído viejos libracos repletos de recetas para todos los males habidos y por haber, recetas en las cuales todos los ingredientes pertenecían al mundo de las plantas, a las cuales conferían propiedades maravillosas a la vez que frente a estas dotes curativas presentaban la parte, digamos, negra del tema, más llanamente, los usos y preparativos de estas pócimas con fines digamos un tanto “diabólicos” o “brujeriles”; estos consistían en fórmulas secretísimas para la elaboración de filtros amorosos infalibles, o lo que es peor la fabricación de pócimas venenosas, y por último, formularios no tan macabros, pero sí interesantes desde el punto de vista del investigador, ya que aseguraban ser los tan traídos y llevados “elixires de larga vida” y las “fuentes de eterna juventud”.
Nuestros motivos personales de querencia hacia la labor que desarrollamos al desempolvar estos temas, que tantos años han estado dormidos y olvidados de todo el mundo fue, como señalamos líneas atrás, las relaciones que interferían y se conjugaban con las leyes universales de la alquimia, arte del cual somos fervorosos estudiantes…; al comprobar que de un minucioso estudio del tema botánico pudiera traernos luz sobre nuestras investigaciones habituales dentro del hermetismo y que normalmente se ciñen al arte regio y a su extensa simbología, nos transportó en alas del entusiasmo a ahondar más y más en estos terrenos llamémosles de la “botánica hermética”, y bien podemos decir ahora finalizado este trabajo que el fruto no ha sido mezquino, al contrario, ya que si nada nuevo hemos puesto a la luz del día, sí hemos podido confirmar varias doctrinas ocultistas en el campo de las farmacopeas medievales y derivados, comprobando que las leyes astrológicas, alquímicas, cabalísticas, etc., tienen su réplica en todos los reinos y en todos los planos de la creación, ya que no hemos podido tan sólo señalar una sola contradicción entre las doctrinas de los viejos maestros, ya pertenecientes al foco inicial del esplendor del ocultismo en Europa en los siglos que van del x al xiii y más tarde en los tiempos del xvi al xviii; cabe, y esto es cierto, que estos maestros usaron terminologías diferentes para los mismos productos y esencias así como para la explicación y exposición de sus tesis experimentales, lo que ha sido siempre motivo de desosiego y preocupación, laberinto insondable, desesperación al punto del delirio para los investigadores superficiales, o para los profanos en los temas tratados, pero afirmamos que tras numerosas comprobaciones, los mismos principios básicos, columnas inconmovibles del saber esotérico se encuentran reflejados tanto en la magia, la alquimia, la astrología, la quiromancia, etcétera, ciencias las cuales no son sino un medio para el estudio, para llegar a la posesión de estos principios, los cuales elevan al estudiante a la jerarquía de un iluminado.
El mismo saber oculto que se esconde tras los simbolismos alquímicos y astrológicos se encuentra disfrazado en forma de alegoría en los manejos y elaboraciones de pócimas infernales, claro está, sin quitar en absoluto la certeza de que en las plantas existen productos o mejor dicho “elementos” de enorme poder curativo, pero repetimos y afirmamos que estas recetas están mezcladas, y su total comprensión sólo está reservada a los estudiosos de lo oculto, permaneciendo vedadas a los curiosos o a los aprovechados, como siempre ha ocurrido tradicionalmente en los dominios del ocultismo.
En efecto, los recetarios de un Ramón Llull o más tarde los de un Paracelso, no se contradicen en absoluto en las aplicaciones prácticas de sus preparados curativos a base de plantas si no es como dijimos, solamente en sus formas nominativas simplemente, cosa no de mucha importancia para no decir de ninguna. Estos personajes y otros tantos han sido calumniados y atacados por unos, alabados y ensalzados por otros, por lo que nosotros, sin dar oídas a estas opiniones, muy respetables, qué duda cabe, investigamos a fondo a varios de ellos, en especial a estos dos citados para sacar conclusiones propias, de ellos mismos, de su individualidad y de sus doctrinas; por un lado Ramón Llull quedó de una vez para siempre fuera de toda sospecha de charlatanería o pseudobrujería, como muchos autores lo han querido encasillar a la vista sólo de unas pocas de sus obras; los hombres los juzgamos nosotros por sus frutos; Ramón Llull sobrecoge al investigador y lo empequeñece, obligándolo casi a pedir perdón por haber dudado…; en cuanto a Paracelso, para muestra basta este botón que damos a continuación y que el lector juzgue por sí mismo si le hemos de tildar de loco y brujo curandero o, por el contrario, si le debemos los apelativos de sabio, místico, persona elevada, en fin, lo que diríamos en dos palabras; “Magíster Magistrorum”… dice Paracelso en un apartado de su famosa y discutida obra sobre “las enfermedades visibles”:
“La fe es una estrella luminosa que guía al investigador a través de los secretos de la naturaleza; es preciso buscar vuestro punto de sustentación en Dios, y poner confianza en un credo divino, grande puro; llegad a El de todo corazón llenos de amor y sin intereses, si poseéis esto, El no os esconderá la verdad y os serán reveladas sus obras de una manera visible que os consolará. La fe en las cosas terrenales debe sostenerse por medio de las Escrituras y mediante el Verbo Crístico, única manera de aposentarse en una base sólida”.
Sigue en la misma obra y más adelante expone: “Aquel que puede curar enfermedades es médico, ni los emperadores, ni los papas, ni los colegios, ni las escuelas superiores pueden crear médicos. Pueden conferir privilegios y hacer que una persona que no es médico aparezca como si lo fuera, pueden darle permiso para matar, mas no pueden darle el poder de sanar; no pueden hacerle médico verdadero si no ha sido ya ordenado por Dios. El verdadero médico, lo mismo que el verdadero sacerdote es ordenado por Dios. El verdadero médico no se jacta de su habilidad ni alaba sus medicinas, ni procura monopolizar el derecho de explotar al enfermo, pues sabe que la obra ha de alabar al maestro y no el maestro a la obra…”: Quizás estas citas le habrán dejado al lector un regustillo de rancio en la boca, pero comprenderán que tal visión de las cosas hace cuatrocientos años, no es precisamente privilegio de una mente enferma o delirante, al contrario, al igual que las exposiciones de Ramon Llull, hace ocho siglos tienen plena vigencia y son aplicables aún en la actualidad por su sencilla profundidad en contrapartida a las complicadas y utópicas filosofías especulativas tan en boga en nuestros días.
Con tales precedentes, y a la vista de quienes fueron los autores y mantenedores de esta “botánica hermética”, nos creemos que un vistazo siquiera superficial hará mucho bien al amante de estos temas y a lo mejor anima a alguno a lanzarse por los caminos de la investigación, camino en el que encontrarán muchas cosas pertenecientes a otros mundos implicados en éste que permanecen empolvados a causa de esta civilización técnica en la que nos hemos empeñado los humanos sin completarla con el otro principio constitutivo de la manifestación divina: la espiritualidad, y que por la falta de esta compensación se desprende que estemos continuamente rayando el desequilibrio universal y como secuela nuestra propia destrucción.
Dejando aparte este pequeño preámbulo para situarnos en las posiciones pertinentes, entremos ya en el estudio desarrollado y sistemático de lo que puede llamarse un resumen ínfimo e incompleto de lo que el vulgo denomina supersticiosamente “La magia de las plantas”.
Mirado bajo el prisma del ocultismo, la botánica, al igual que el resto de lo creado, hay que estudiarla con relación al macrocosmo por formar parte ella en sí del microcosmo siguiendo la regla hermética contenida en la tabla de la esmeralda, que reza que “lo que es arriba, así es abajo”. Siguiendo un magnífico trabajo realizado años ha por Rodolfo Putz sobre las teorías paracelcianas referentes al reino vegetal creemos oportuno seguir la misma división que formuló este autor para el desarrollo de sus recopilaciones, ya que las creemos muy acertadas al tiempo que facilitarán nuestra exposición.
El estudio de la botánica hermética u oculta la dividiremos en tres partes principales de referencia, a saber: Botanogenia, fisiología y fisiognosía, por los nombres entrevemos que la primera parte nos desarrollará los principios cosmogénicos que rigen en el mundo de las plantas; la segunda, al estudio de las fuerzas que constituyen su desarrollo y la tercera nos explicará las correspondencias astrales y por tanto las fuerzas digamos secretas de cada una de las plantas; como comprenderá el lector, esta tercera parte es la más interesante de todas y es sobre la que más trabajaremos ya que en sí es donde se concentra por así decirlo toda la “magia” del reino vegetal.
Sobre la primera parte encontramos que la constitución de toda planta de acuerdo con las teorías alquímicas, éstas constan o mejor dicho se manifiestan por medio de la acción complementada de los tres principios fundamentales que se esconden bajo el velo de los nombres de azufre, mercurio y sal.
Ahora bien, esto se refiere a la constitución de la planta en su cadena manifestativa, pero en su realización estática, llamémosle si queremos estabilidad constitutiva, constará de acuerdo con las enseñanzas herméticas de cuatro elementos primordiales. Y, además, una quintaesencia, elementos todos ellos ampliamente tocados en todas las ramas de las ciencias herméticas.
Entrados ya en la segunda parte de nuestro estudio, hallamos la parte puramente constitutiva y generativa de las plantas al tiempo que le corresponde el estudio comparativo de los elementos que podríamos denominar el estómago de la planta, los pulmones, la boca que fácilmente hallaríamos como los correspondientes a los alveolos constitutivos, hojas, raíces, etc… Al tiempo se ocupa del comportamiento de los tres elementos manifestativos, azufre, mercurio y sal, en cada una de las fases evolutivas del crecimiento de la planta en conjunto y en cada uno de sus elementos constitutivos. Resulta enormemente útil el estudiar las funciones de cualquier planta y compararlas con la de los reinos, digamos, superiores por ser fieles reflejos de las mismas en una forma que sólo difiere en el grado de perfección de las mismas y más que en esto en la forma cuantitativa ya que en la cualitativa, aunque en menor escala son perfectas en el terreno en que se desenvuelven. Tras estas comparaciones y de acuerdo con la simbología hermética podríamos comparar las correspondencias en el terreno de la fisiología oculta, de las generaciones de elementos en los tres reinos inferiores de acuerdo con los gráficos número 1, 2 y 3, a saber: del caos primitivo deriva un elemento X y el elemento tierra dando manifestación a otro elemento X y a otro conocido, que conocemos los ocultistas bajo el nombre de metales.
En el gráfico siguiente y procedente de la semilla vemos que de la acción manifestada de la misma, las raíces y el tallo representado bajo el nombre de árbol dan lugar al fruto y después a la flor, que perpetuará la especie.
Ya en el reino animal y a través de la acción de la esperma y bajo la dualidad macho-hembra resulta el elemento crías y otro que podría corresponder a familiares del macho o de la hembra resultantes ya de la primitiva conjunción de la esperma y que quedan aislados, pero preferimos dejar esta cuarta manifestación bajo el signo de un interrogante o factor X.
En planos que no tocamos y en los cuales nos desenvolvemos los humanos, las relaciones subsisten aunque de una forma más afinada ya que entramos en planos donde actúan partes constitutivas puramente divinas en el sentido más amplio de las palabras, sin que por ende afirmemos que en los planos inferiores no actúe lo divino por así decirlo, sino al contrario, simplemente es cuestión de terminología o si se quiere de sutileza.
Entraremos en la tercera y última parte de esta división que realizamos al principio dividiendo asimismo esta última parte en tres que nos facilitarán su estudio:
Sistema binario, sistema cuaternario y sistema septenario.
Para el sistema binario escogemos un pequeño esbozo del que fue príncipe del gay saber, Saint Martin, el cual nos dice: “En todo lo creado ya sea material o inmaterial existen dos fuerzas: una impulsiva y otra comprensiva… forma nominativa de expresar los dos polos, los dos opuestos, los complementarios…”. “Las plantas nos ofrecen muy marcadamente estas dos características en todas sus especies, sea cual sea su escala evolutiva…”, en el hueso de una fruta vemos que predomina la resistencia sobre la fuerza, pero una vez sembrado, el hueso se establece, por decirlo así, la lucha predominando en aquel entonces la fuerza sobre la resistencia y de la acción conjugada de estas dos fuerzas emana la manifestación de la vida vegetal…
Con referencia al sistema cuaternario diremos que cada uno de los cuatro elementos corresponde a cada uno de nuestros cinco sentidos objetivos, a saber:
La Tierra corresponde al olfato.
El agua corresponde al gusto.
El fuego corresponde a la vista.
El aire corresponde al tacto.
La quinta esencia corresponde al oído.
De esta clasificación, o más bien como dijimos correspondencia, podríamos formar un cuadro sinóptico que representamos en el grabado número 4, con el aviso pertinente de que tratamos de tipos simples o mejor dicho arquetipos y que esta clasificación es puramente hermética, perteneciente al plano de los llamados “elementales” y por tanto el lector no busque ninguna correspondencia con cualquier clasificación de los vegetales dentro de la botánica oficial u ortodoxa.
Nos quedaría ahora la clasificación septenaria en la cual, y como era de prever, domina un planeta para cada planta, siguiendo el rigor de clasificación que a continuación damos en esta lista:
Según el planeta dominante, será dado al fruto y a la flor según los casos:
Bajo dominio de Saturno: concentración.
Bajo dominio de Júpiter: majestuosidad.
Bajo dominio de Marte: espinas.
Bajo dominio de Sol: armonía.
Bajo dominio de Venus: suavidad.
Bajo dominio de Mercurio: híbrida.
Bajo dominio de Luna: extraña, rara.
Igualmente, estos arquetipos son simples y no los reúne ninguna planta en su pureza, ya que todas las características son el resultado de la combinación de varias propiedades de las citadas, ya que una sola dominante planetaria se da en muy raros casos por decir ninguno sobre una planta, así, sin profundizar y en términos generales. Aquí añadimos que estas apreciaciones no son genuinas de nos, sino que son el reflejo de las tesis ocultas de los maestros que hemos consultado, y por tanto nos evitaremos mucho de discutirlas y menos de contradecirlas por no ser expertos en la materia. Que las plantas tienen virtudes terapéuticas no es cosa de discutir ni poner en tela de juicio ya que es cosa sobradamente probada ya que todos los fármacos o la mayoría por ser más exactos se siguen extrayendo del reino vegetal más o menos concentrados o refinados; la belladona, el opio, el azafrán, etc. siguen usándose, así como las hierbas en infusión como la melisa, la hierba buena, el tomillo, a la vez que la aplicación del musgo a las heridas se ha sustituido por la aplicación de los modernos antibióticos, pero la realidad es que el principio es el mismo y que si lo ha evolucionado, los sistemas de obtención y de aplicación, los principios como decíamos siguen inmutables por ser esto precisamente: Principios.
Hasta ahora hemos tratado de las relaciones de las plantas con los reinos naturales, podríamos decir inferiores, pero ¿qué relación pueden tener aparte de las meramente curativas? ¿Qué relación existe dentro del ocultismo entre el hombre y la planta? La planta puede sanar al hombre, alimentarlo, etc. y en cambio el hombre puede cultivarla, redimirla (agricultura y crecimiento mágico) y por fin resucitarla (palingenesia).
Estas tres variantes no pasaremos a estudiarlas pese a su gran interés hermético, pues nos llevaría demasiado espacio al tiempo que su estudio y práctica profunda requieren un conocimiento grande de las leyes místicas y esotéricas, leyes reservadas únicamente a los iniciados o a los estudiantes en sus últimos eslabones hacia la consecución del adeptado.
Sin embargo, aunque soslayemos profundizar, sí que daremos en términos generales una explicación a guisa de orientación de las principales “plantas mágicas” usadas en el ocultismo al tiempo que enumeraremos sus propiedades curativas, propiedades no experimentadas por nosotros, repetimos, pero sí extraídas de los formularios de los grandes iniciados en el ocultismo en todos los tiempos.
(Continuará en el próximo número)
JOAN ARTENTIER
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