La ilusión de visitantes y expositores era grande. Los novatos se sorprendían y los veteranos se saludaban entre sonrisas. Algunos participantes superan la decena, y más, de encuentros: los habituales, casi ‘‘los imprescindibles’’, que marcan el día de manera automática en su calendario para no faltar a la cita pase lo que pase, se ubique donde se ubique. Otros de los partícipes se estrenaban en esta Feria-Mercado con sus productos y habilidades. El sonido de la megafonía permitía mantenerse al tanto de las muchas actividades: conferencias, talleres infantiles, talleres para adultos, tratamientos, proyecciones, danzas, espectáculos de malabares, demostraciones, etc. Queremos destacar la emotiva clausura con Rueda por la Paz en la Tierra donde participó de nuevo la estimada maestra Abuela Margarita, miembro del consejo de las trece abuelas.
Entrando en el parque de la Ciudadela desde la avenida María Cristina, te encontrabas con numerosos stands dedicados a las terapias alternativas, no invasivas, sistemas de salud, de crecimiento personal, de movilización de energía, de Reiki, de sanación… A cambio de un donativo voluntario distintos miembros de algunas de las organizaciones ofrecían una iniciación a esa forma terapéutica que promocionan. Conforme pasaban las horas la timidez inicial de los primeros visitantes reticentes a exponerse en público dejó paso a las pacientes colas. Fueron muchos los que no dudaron en desprenderse de parte de la ropa y de los reparos para ponerse en las manos de masajistas, sanadores e iniciados.
En ese mismo espacio del parque, en la zona B según el mapa de que proveía la organización, asociaciones ecologistas, animalistas, ambientalistas, culturales y solidarias dieron a conocer durante 22 horas, repartidas entre los dos días, su labor a todo el que se acercara. Los vistosos stands que evocaban Asia y África compartían visitantes interesados por formas de vida alternativa y ecológica. De alguna manera culturas que aspiran a subirse al carro del progreso se encuentran con otras que han comprendido la importancia de la vuelta a las raíces. Mientras tomaba fotos embelesada y convencida de que la ubicación de la Feria no podía ser mejor, me topé con diversos personajillos peludos con discapacidad física pero claramente superdotados a nivel emocional: dos perros en silla de ruedas llamados Peke y Toya de la asociación madrileña bichosraros.org, que junto con sus colegas del Club de Kat demostraron que, como con los humanos, la valía reside en el corazón y no en la fortaleza de las piernas. Galgos 112, con numerosos y elegantes lebreles, también fue una de las paradas del área destinada a las entidades para la protección animal que acaparó más atención.
Llegó el momento de traspasar el umbral del parque, de dejar a un lado las risas de los niños que participaban del carrusel ecológico, de los zancos y de los malabares para alcanzar el paseo Lluís Companys (zona A). Allí las paradas de artesanos, ya fuesen de ropa, de cestería, de cerámica, de bisutería ecológica, de juguetes o de cosmética y herboristería tentaban con sus productos hasta al menos consumista. Y si eso no fuese suficiente, los aromas del pan recién hecho, de las tartas y las tortas, de las empanadas y otros alimentos completaban la fiesta de los sentidos. Había varias filas y seguir cada puesto podía llevarte un buen rato. Lo mejor es, si os apuntáis el próximo año, ponerse el calzado más cómodo, olvidar el reloj en casa y llevar un sombrero, porque si el sol se porta es una gran celebración de la primavera.
Paseando, disfrutando, conversando, escuchando hablar sobre energías renovables y permacultura, comiendo algo y tanteando lo mucho que se ofrecía… llegó la tarde. El stand de la Asociación que organiza la Fira se erguía orgulloso bajo el Arco de Triunfo. Allí, con la mejor de las disposiciones te ofrecen un mapa, un programa y su revista. Tal vez para empezar hubiera sido mejor hacer el recorrido inverso, tener el mapa y luego divagar. Pero precisamente la frescura de lo inesperado convirtió el día en algo muy especial. La mirada se siente atraída por el color y el movimiento que generan los trescientos artesanos, las más de 100 entidades sin ánimo de lucro y los agricultores ecológicos que invitan a ser visitados cesta en mano. La curiosidad se ve satisfecha en las aulas de un instituto cercano donde se suceden las charlas.
Pero esta Fira tiene un porqué trascendente y hemos hecho algo de investigación para poder brindaros el sentido de este evento que en un año cumple dos décadas. No es el lugar para extenderse pero es importante señalar que los valores propuestos son: el respeto y cuidado de la comunidad de la vida, la integridad ecológica, la justicia social y económica y la democracia, además de la paz y la no violencia.
El requisito imprescindible para montar un stand en la Fira de la Terra es haber firmado la Carta de la Tierra y coincidir con los valores en ella promovidos. Según los organizadores, la Fira de la Terra es también un Mercado, pues además de actuaciones, eventos y todo tipo de actividades cuenta con numerosos stands donde pueden adquirirse bienes siempre ajenos al consumo masivo. Existe la voluntad de que los productos que se expongan el par de días que dura la Fira tengan un origen artesanal respetuoso con las personas y con la naturaleza. Resulta muy significativo que entre los requisitos para los expositores esté la redacción de un informe donde se especifiquen las actividades que cada artesano o entidad haya desarrollado los últimos 365 días en la línea de los compromisos de la Carta de la Tierra. También se valora la proximidad y se prohíbe taxativamente la venta de productos que no hayan sido elaborados directamente por los vendedores o sean fruto de la globalización.
En pocas palabras, la propuesta consiste en:
‘‘Debemos ir desaprendiendo las formas de vida y de trabajo que atentan contra la continuidad de la vida en la Tierra e ir aprendiendo a vivir dentro de los límites del planeta, que no quiere decir nada más que aprender a vivir bien sin dañar.’’
Un 22 de abril de hace 44 años en EEUU un senador llamado Gaylord Nelson impulsó una manifestación para tratar de conseguir un departamento gubernamental que se ocupase del entonces incipiente problema de la contaminación. Esta fecha es la señalada en algunos países como el Día de la Tierra. En 1989 distintas entidades ecologistas radicadas en Cataluña consideraron que era importante implicarse y crear una Comisión Catalana del Día de la Terra. Son muchas las actividades, personas y entidades que se pueden relacionar con estos promotores de una mejor salud planetaria. Tradujeron al catalán la Carta de la Terra, una iniciativa que partiendo de la ONU en el año 2000 promueve unos principios a los que cada vez se adhieren más personas por la imperiosa necesidad que sentimos de cambiar. La Asociación Dia de la Terra, como ya hemos señalado, edita una revista con su mismo nombre y que ya va por el número 31, y va consolidando su gran Fira-Mercat anual con gran éxito. Una forma asequible, multitudinaria y regular de conmemorar ese primer gran clamor por un mundo consciente de su finitud y su valor intrínseco.
Aunque hubo redacciones anteriores la Carta de la Tierra, en su versión actual cumplirá 14 años el día 29 de Junio. Contiene 16 artículos en cuatro apartados distintos, además de un preámbulo y una conclusión. Conforme de manera más global vamos tomando conciencia de que el sistema económico, político y de consumo no solucionan las grandes preocupaciones de la humanidad, sino que forman parte del problema, la Carta de la Tierra va ganando adeptos. Refrendada por líderes mundiales muy distintos y por millones de personas anónimas a través de los distintos comités, sus propuestas van tomando fuerza y consolidándose.
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