PUNTO DE LIBRO - Magia y Ocultismo |
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Comentarios: Emmain
Coordinación:Jesús Pieters |
El libro de oro |
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A la pregunta de ¿qué tres cosas te llevarías a una isla desierta?, yo respondería con certeza: este libro atribuido al Conde de Saint Germain. La profundidad de su pensamiento y la convicción con la que lo manifiesta invita a empaparse de él e integrarlo como herramienta evolutiva de primer orden. En este texto reside el germen de saberes perennes que ahora están adoptando innovadoras formas de gran éxito. Añadamos en la reseña algunos datos biográficos sobre el supuesto autor, aunque en nuestra búsqueda no hemos podido encontrar la confirmación de su autoría más allá de la Santísima Trinosofía. |
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El Conde de Saint Germain (fl. 1710?-1784) fue un enigmático sabio, probablemente rumano, que ha sido etiquetado de cortesano, viajero, aventurero, inventor, alquimista y músico. Pero lo que le hace fundamentalmente conocido a través de los siglos es como referente ineludible dentro de las paraciencias y el ocultismo. Ciertas fuentes señalan que en realidad su sobrenombre en francés proviene del sobrenombre, en latín, que él mismo adoptó: Sanctus Germanus, que significa ‘‘Santo Hermano’’.
Muchas son las virtudes que se le atribuyen: sabía de política, artes, ciencias, poesía, medicina, química, etc., y por todo ello no podemos dudar que además de su educación, nobleza y saber estar, era una persona muy seductora. Hablaba a la perfección seis idiomas entre lenguas europeas y orientales, incluido el sánscrito. Sus viajes por cuatro de los cinco continentes le exigían dominar todos esos idiomas. Sus estancias en el Tíbet le dieron la oportunidad de tener un contacto directo con el pensamiento oriental embebiéndose de él y convirtiéndose en uno de sus primeros difusores en Occidente.
De su leyenda cuelgan diversas y trascendentes identidades porque además de despistar constantemente sobre su nombre, su origen o sus títulos, poseía unos conocimientos inusuales. A saber: hay quien afirma que en realidad era Christian Rosenkreutz, o al menos fue uno de los principales promotores del movimiento de los rosacruces. Se ha llegado a asegurar que fue el filósofo y científico inglés Francis Bacon y que participó en las investigaciones de genios como Leonardo da Vinci o Galileo Galilei. Como si no fuera bastante, hay quien afirma que Saint Germain cedió los mapas secretos a Colón que le facilitaron la navegación y el posterior descubrimiento de América. Un hecho históricamente poco plausible en una secuencia temporal convencional. Lo que es más probable es que hubiese participado en la independencia de las colonias inglesas de América propiciando la fundación de Estados Unidos.
Pero volvamos al texto que nos ocupa. Independientemente de quien sea su autor, el texto es potente, es regenerador, es un clásico con una vigencia plena. Además de ser de lectura obligada en lo intelectual, da en el clavo sobre la pregunta que constituirá toda la filosofía del siglo xx, la pregunta sobre el SER, él promueve una evolución espiritual inédita en la que la respuesta es YO SOY y soy con el Dios Supremo. Qué revolucionarias debían sonar las siguientes palabras en un contexto cultural dominado por el oscurantismo y la manipulación de los poderes fácticos: ‘‘La tendencia natural de la Vida es Amor, Paz, Belleza, Armonía y Opulencia. A ella le es indiferente quien la use y continuamente está surgiendo para manifestar de más en más su perfección, y siempre con ese impulso vivificador que le es inherente’’.